El dinero mueve montañas pero, desgraciadamente, también separa familias. Demasiadas. La herencia de Paquirri, sobre la que siempre ha habido un gran misterio desde la muerte del torero, hace 36 años, parece ser ahora el centro del inesperado conflicto entre madre e hijo. El torero Francisco Rivera Paquirri murió el 26 de septiembre de 1984 por una cornada en la localidad cordobesa de Pozoblanco, dejando a Isabel Pantoja como la 'viuda de España' con un bebé de siete meses, Kiko Rivera, por entonces conocido como Paquirrín.

El raparto del patrimonio de Paquirri ha sido un tema recurrente de los medios desde el fallecimiento del diestro, pero es la primera vez que Kiko Rivera se pronuncia sobre ello, reclamando lo que cree que le corresponde y que podría ayudarle a hacer frente a sus problemas económicos. Además de pedir su parte de la venta de Cantora, de la que posee el 49%, pide revisar el testamento porque se "huele lo peor". Además, quiere devolver a sus hermanos, con los que tiene buena relación, los efectos personales que estos siempre han reclamado, como trajes de luces o capotes de su padre.

Paquirri dejó a repartir una fortuna estimada en 1.000 millones de las antiguas pesetas. Un patrimonio que incluía varias explotaciones agrícolas, vehículos, embarcaciones, joyas y trajes de luces, además de otros bienes, que se recogieron en un testamento firmado por el torero en Sevilla, horas antes de su boda con Isabel Pantoja. Se repartirían entre la tonadillera y su hijo Francisco (45%), su ex mujer Carmina Ordóñez y sus hijos mayores, Francisco y Cayetano (40%), y una sexta parte para su padre Antonio Rivera y sus hermanos Antonio, José y Teresa. Paquirri e Isabel Pantoja se casaron en separación de bienes, por lo que a la cantante no le correspondía nada en concepto de gananciales, pero sí el usufructo de un tercio de sus bienes. Kiko sostiene en su última entrevista en Lecturas que su madre le hizo firmar documentos, pero que él no quería cederle Cantora.

No es la primera herencia envenenada la de Paquirri que levanta barreras en un clan, y hace correr ríos de tinta. Rocío Jurado, por ejemplo, dejó un tercio de sus bienes a cada uno de sus hijos; pero Rociíto pidió más, y Amador, su hermano, se quejó de quedarse sin nada. Rocío Dúrcal no incluyó propiedades y su viudo, Junior, dispuso de ellas sin la opinión de sus hijos; los dos mayores le llevaron a juicio aunque la pequeña, Shaila, finalmente logró que se reconciliaran antes de la muerte de su padre, en 2014. Hasta la propia duquesa de Alba tuvo que repartir su herencia en vida para poder casarse tranquila con Alfonso Díez, y que sus hijos no se ofendieran. El dinero, que da muchos quebraderos de cabeza. ¡Qué buen consuelo éste para quien no lo tiene!

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