La gente parece estar razonablemente harta. En esa comunidad reconocida como gente marchamos todos. Y por una cosa u otra, por lo que sea, el hartazgo está apareciendo en nuestra sociedad en el peor momento posible, cuando las dificultades aumentan y los interrogantes sobre tantas cuestiones comienzan a no tener, para el grueso de la gente, respuestas convincentes. Tantas veces escuchando que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra para comprobarlo y darnos de bruces en el suelo. Por eso es razonable que se esté harto de los distintos gobiernos, que miran a otro lado para eludir responsabilidades; harto de los partidos de la oposición en las distintas administraciones, más pendientes de medir milimétricamente el rédito político del desgaste de su rival que de cerrar filas en torno al virus. Y hartos de tantas actuaciones ciudadanas individuales que ponen en peligro el bien común.

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