Análisis

enrique mOntiel

Hago memoria

Mirando en la lejanía de dos siglos, no aparece en el tejido de La Isla una estatua de Alburquerque

Mirando el horizonte inmediato del nuevo 24 de septiembre y por esos saltos inesperados que dan las miradas retrospectivas, las memorias selectivas, estas capacidades humanas, me he esforzado en recordar los monumentos plantados en la ciudad en mi ya larga vida. El recorrido es hacia atrás, aunque desordenado. Puede que tenga que ver con el trabajo que de día y de noche hacen unos esforzados restauradores en el monumento a los caídos en la guerra de África, gloriosamente por la Patria, por cierto. Y por eso, de Patria a patria, confirmo el ridículo monumento levantado en el parque central de La Isla a Blas Infante. Más airoso y poético me resulta el que se levantó a aquella Lola que se marchaba dejando a La Isla de San Fernando tan sola, en los versos de don Manuel, el gran poeta hermano de Antonio Machado. De los primeros de la democracia fue esa especie de quilla de navío puesta en la rotonda de la puerta del Real Observatorio. Sin comentarios. También la fuente de Tusquets, apodada la "mojosa" por el pueblo pero que a mí siempre me ha gustado y es de lo mejor que tiene la ciudad ahora mismo. También me gustó mucho la locomotora del paseo del General Lobo, gran idea, además, por la cercanía de la estación primitiva de La Isla. Muerto Camarón de la Lsla, nuestro artista más universal y querido, plantaron delante de la Venta de Vargas al cantaor sentado con niño que mira, obra del gran Antonio Mota, que es hoy una de las estampas más conocidas de la ciudad. Como el otro Camarón sentado que corona su mausoleo de príncipe en el cementerio de la ciudad, obra del llorado Alfonso Berraquero, que puso su arte igualmente en otros espacios de la ciudad, con su maestría indudable. San Juan Bosco se plantó en la entrada sur de la ciudad, como homenaje a quien tanto bien hizo por la educación de los jóvenes. Digamos que el que hoy preside la primera plaza de San Fernando, que la ciudad dedicó al General Varela Iglesias, Hijo Predilecto de San Fernando y Bilaureado por su valor en la Guerra de África, inaugurado después de su temprana muerte en 1951, de gran valor artístico, puede que sea el primero del mundo que nació tras la Guerra Civil de 1936-1939. Sobre algunas rotondas, pusieron otras estatuas o cosas, como el excelente trabajo en piedra dura que hizo Juan Antonio Bey en su Salinero. Mas, mirando en la lejanía de dos siglos, no aparece en el tejido de la ciudad una estatua de Alburquerque ni alegoría alguna de los años de resistencia, dolor, muerte y mucha sangre que fue la guerra contra el invasor napoleónico en la otra orilla del puente de Zuazo. Increíble que una gesta tan llena de patriotismo y sacrificios enormes, no guarde en el callejero y las plazas de San Fernando el monumento que se merece más que nadie y más que nada. Pero estamos a tiempo, creo yo, de hacer el anuncio y el encargo y buscar el sitio adecuado para hacer justicia a aquellos años de plomo, a aquella historia que mañana conmemoraremos en el Teatro de Las Cortes. Lo mayor que hicimos en toda nuestra historia.

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