Análisis

José Mª García León

Profesor colaborador honorario de la UCA

Hace 50 años

El Colegio Universitario fue el origen de lo que después sería la UCA

Alumnos del Colegio Universitario en el año 1969.

Alumnos del Colegio Universitario en el año 1969.

ESTE 14 de octubre se han cumplido cincuenta años de la solemne inauguración del Colegio Universitario de Cádiz, que aunque orgánicamente dependía de la Universidad de Sevilla, sería el germen de nuestra actual Universidad mención aparte de la veterana Facultad de Medicina. Este acto, presidido por las principales autoridades locales y provinciales y con la presencia del Rector de aquella Universidad, suponía la culminación de toda una serie de iniciativas debidas en su mayor parte al talento y tesón de uno de los prohombres gaditanos más valiosos que hemos tenido en los últimos tiempos. Me refiero a Fernando Portillo Scharfhausen, quien en los dos años que estuvo al frente de la Diputación Provincial de Cádiz llevó a cabo una serie de realizaciones que todavía permanecen en el recuerdo de todos.

Así, el 12 de abril de 1969 firmó la escritura mediante la cual la Diputación se hacía con 80.000 metros cuadrados situados en el término municipal de Puerto Real y que serían destinados a la futura Universidad de Cádiz. A ello habría que añadir 240.000 más donados generosamente por la familia Derqui Goyena para tal fin. En principio dichos terrenos pasarían al entonces Ministerio de Educación y Ciencia para poner en marcha el correspondiente campus universitario que comprendería, a su vez, dos Facultades, colegios mayores, un barrio residencial para profesores y zonas deportivas. En una instantánea de la agencia EFE de 25 de mayo se podía ver a D. Fernando acompañado del Rector de la Universidad de Sevilla y de otras autoridades académicas examinando sobre un panel toda esta planificación.

Ha llovido mucho desde esas fechas e, incluso, habría que esperar todavía unos años más para que estos proyectos iniciales fueran tomando su debida forma y culminaran con la Universidad propiamente dicha en 1979. Sin embargo algo se consiguió, nada más y nada menos, bajo la forma de ese Colegio Universitario que arrancó aquel octubre con las carreras de Filosofía y Letras y Ciencias. Ubicado en el actual edificio de la Facultad de Ciencias del Trabajo, la primera de ellas ocupaba la planta baja y la otra el piso superior. Se impartieron los dos primeros cursos de Licenciatura y uno más de la especialidad, que luego los alumnos continuaríamos en la Universidad Hispalense, y todavía hoy nos asombra que con dos aulas (una para cada disciplina), una Secretaría muy funcional y una modesta biblioteca pudiera haber arrancado aquella primigenia actividad universitaria que tantas expectativas, felizmente cumplidas, despertó.

Allí pues comenzamos, y me refiero ahora específicamente a la Facultad de Letras, poco más de un centenar de alumnos con las ilusiones propias de quienes dejábamos atrás la Enseñanza Media, después de pasar por un duro Preuniversitario y su correspondiente Prueba de Madurez que aquel año solo permitió que apenas un 40 % de los examinados accedieran a la Universidad. Llama poderosamente la atención este menguado porcentaje con las cifras de la actual Selectividad que sobrepasan el 90 % de aprobados y que, de paso, sirvió para que ese verano de 1969 el veterano periodista Victoriano Fernández de Asís condujera algunos controvertidos debates en Televisión Española al respecto.

Asimismo, recuerdo la primera clase impartida, la de Historia Antigua, que correspondía a uno de los arqueólogos más brillantes del momento, D. Antonio Blanco Freijeiro, catedrático en Sevilla, luego de la Complutense y finalmente académico bibliotecario de la Real Academia de la Historia. Con su imponente figura, parece que lo estoy viendo, nada más entrar en el aula dio unas largas zancadas de un lado a otro y después hizo salir a un alumno de entre las primeras filas a la tarima para que dijera algo so pretexto de comprobar la acústica de la clase. Como quiera que el atribulado alumno apenas acertó a articular algunas vaguedades sobre el buen tiempo que hacía, D. Antonio en un gesto autosuficiente le dijo: "Hombre por Dios sea Ud. más original, cite algunos pasajes de la Ilíada o la Odisea, a ser posible en griego". Ni que decir tiene que para nosotros, aunque ya llevábamos sobre nuestras jóvenes espaldas cinco años de Latín y tres de Griego, fue un golpe de efecto que nos cohibió, pensando en lo que se nos venía encima, aunque me malicio que no fue más que una deliberada puesta en escena que ahora recuerdo con particular regocijo.

A Don Antonio Blanco le acompañarían otros ilustres catedráticos de la talla de D. José Luis Comellas, D. Juan Gil (miembro actual de la Real Academia Española), D. Antonio de la Banda, D. Francisco López Estrada… Así seguiríamos dando nombres dentro de un elenco envidiable de grandes profesores que de una forma u otra dejaron marcada huella en nosotros. Con todo, era un Colegio Universitario hasta familiar, donde todos obviamente nos conocíamos, tutelados por el jefe de estudios y profesor de Filosofía, D. Juan López Alvarez, nuestro querido Juan López, a quien a día de hoy vemos con frecuencia por la calle Ancha y que siempre nos dispensó de su generosa disponibilidad. Hasta osamos jugar los alumnos más de un partidillo de fútbol en el patio del Colegio ante la mirada, entre benévola y reprobatoria, de nuestro Secretario, Don Roque (siempre le llamamos así, sin más apellidos) y las vanas advertencias del bueno de D. Antonio Sancho, el conserje, ante el peligro de romper algún cristal.

En definitiva, un tiempo lleno de nostalgia y de buenos recuerdos que la fotografía de Juman captó oportunamente y sobre la que cualquier comentario sobra, dado que habla por sí sola.EL mercado comenzó en tono optimista, hasta que la apertura de Wall Street, afectado por los posibles efectos del huracán Sandy en las compañías aseguradoras, enfrió el ánimo de los inversores. De esta forma, las subidas del Íbex quedaron en nada, y eso que había habido buenos resultados empresariales en España.

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