El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Estoy jarto de leer insultos contra la Guardia Civil sobre todo el odio que se vierte sobre tal o cual agente herido o muerto en el cumplimiento del deber. He sido funcionario durante cuarenta años. Trabajé en la administración de la calle Murillo, colindante con un cuartel de la Guardia Civil, de la admirada Guardia Civil, que todavía cobra menos que otros cuerpos de seguridad nacional y tiene reglas estrictas y militares, y tuve y tengo muchos amigos que visten el uniforme verde.

El otro día surgió el asunto del fusilamiento de Lorca y, cómo no, algunos dijeron que lo fusiló la Guardia Civil. En este país y pueblo investigar y estudiar no está bien visto, figurar o insultar, sí. La guardia civil no fusiló a Federico. Ni tampoco le costó la vida el romance de la Guardia Civil, lleno de odio hacia el cuerpo, que aparece en el romancero gitano.

A Lorca lo mataron aquella madrugada azul del miedo, según escribe Miguel Caballero, el investigador que cerró el gran puzle de la muerte de Federico García Lorca con la identificación de quienes apretaron el gatillo: el pelotón que fusiló al poeta en Granada. Mariano, Benavides, Salvaorillo, Fernando, Antonio y Cascales. Era el pelotón del capitán Nestares, y Miguel Caballero y Molina Fajardo aclaran: hijo de jornaleros era Mariano Ajenjo Moreno, jefe del piquete y, con 53 años, el más veterano de los seis matarifes. Y Antonio Benavides Benavides, nieto de la hermana de la primera mujer del padre de Lorca, un enano al que su estatura le impidió seguir la carrera de las armas, en la que destacó por su fiereza y crueldad en la guerra de Marruecos. Terminó sus días en una vida depravada. Los campeones de tiro Juan Jiménez Cascales y Fernando Correa Carrasco; además del historial de Antonio Hernández Martín, y Salvador Varo Leiva el hijo huérfano de un zapatero de Chiclana, que parece tuvo, cómo no, una zapatería en la Isla de León, en la calle Dolores. Ninguno fue Guardia Civil, sino miembros de Falange y/o de la Guardia de Asalto, el equivalente de la Policía Nacional de la época.

Celos por tierras con el terrateniente padre de Federico y la obra, La casa de Bernarda Alba de la que escribe el lingüista Mariano Baquero: en la antigua Asquerosa, vivía una mujer llamada Frasquita Alba, que llevaba varios años viuda, y que sometía a una férrea disciplina a sus hijas. Su casa estaba contigua a la de la familia de García Lorca, con la que compartía el pozo. Con Frasquita Alba coinciden muchos de los datos que aparecen en la obra: talante autoritario, casada dos veces, madre de seis hijas; una de ellas, Amelia, se casa con un tal Pepe de la Romilla y muere de parto, con lo que Pepe se casa con la más pequeña. Trescastro el que voceara que "vengo de darle dos tiros a García Lorca en el culo, por maricón" y Benavides, que decía que le había pegado dos tiros en la cabeza al cabezón, pertenecían a esa rama familiar. Celos, dineros, tierras, odio, venganza.

Amigos Guardias Civiles, afortunadamente el coronel don Jesús Núñez, publica en este Diario nuestro, sus investigaciones sobre el benemérito cuerpo. Pero yo quería dejar testimonio de un cuerpo policial hoy manchado por insultos y sarna de resentidos. Un cuerpo magnífico del que sigue dependiendo nuestra seguridad y el cumplimiento de nuestras leyes. Un cuerpo al que rindo homenaje con la memoria de tantos amigos. Mi humilde afecto a una gran institución.

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