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Grita Thunberg

Le critican los que lo critican todo, los que todo lo traducen en derechas e izquierdas

Grita, Greta, grita. Grita y aúlla y solloza y demuéstranos a todos que vamos desnudos y por tanto somos reyes de un mundo decadente en peligro de extinción. Grita, tú que puedes gritar sin voz, y consigue que se oiga tu alarido desde tu Suecia natal hasta el último confín. Grita, oh Greta, la cólera del pélida Aquiles, el de los pies ligeros sin huella de carbón. Grita como si no hubiera un mañana -ah, es cierto: no hay un mañana-. Eres la niña del gesto serio, paralizado de horror, con carita de Tintín protestante; hija de actor y soprano, nieta de cineasta, te nos has hecho adulta en doce meses, los que van de tu primera manifestación al último desembarco.

Greta aspira -sin comprenderlo- a un premio Nobel, a liderar una generación, a mejorar un mundo exangüe. Tiene todo mi respeto. Le critican los que lo critican todo, los que todo lo traducen en derechas e izquierdas, que debía estar estudiando en vez de cantándonos las cuarenta; que es una marioneta mediática de sus padres; que tiene cara de óleo gótico.

Greta no grita; tiene Asperger: habla con contundencia, navega con lentitud. Con apenas dieciséis años la niña sin infancia ha devenido en eterna, en icono de una generación joven sin más referentes que cantantes promiscuos, poetas de goma y defraudadores fiscales: su mirada intensa realza el muro blanco en donde la imprimió un discípulo del Dios Banksy.

Disfrutemos de su carpe diem mientras lo permita el clima errático, los inviernos de calima y los gélidos veranos de mesa camilla y brasero. Greta nos lo grita pero nadie la oye. Nadie la escucha. Los mandatarios con ínfulas la utilizan sin pudor: unos se retratan con ella buscando el voto recién nacido y otros la desprecian como la niñata antipática que parece ser. ¿Qué podíamos esperar de ellos, por otro lado?

Y de repente Greta enmudecerá como un átono Banshee afónico. Pasará de moda o saldrán a la luz sus vergüenzas o las de sus padres, a quienes presentarán como acosadores sexuales o casquivanos donjuanes o solícitos contaminadores, y la niña -ya mujer- verá agravadas sus dolencias, que habrán de ser tuteladas por un equipo de técnicos que descubrirán en ella los traumas propios y los ajenos.

O quizás no.

Puede que Greta Thunberg -de los Thunberg de toda la vida-encabece un 15M mundial; que brinde con la espuma de una marea de chavales que diga Nunca mais, un simpático grupillo no influido por falsarios aspirantes a diputados, un par de millones de comprometidos jóvenes que rompan crisálidas lejos de los consejos de administración de las eléctricas, de los cobradores de impuestos al tabaco y de los cuadrados de chinescos balances contables.

Grita, Greta, grita. Hazlo fuerte. Revienta los tímpanos de los sordos duros de corazón pero fuertes de riñón que nos gobiernan. Eres un remedo vintage de tus propios antepasados hippies, pero eres auténtica; nuestra hippie. Necesaria. Un grito de auxilio y denuncia que reverbera en el desierto polar y global que declina nuestras vidas.

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