Vanidosos. No tienen otro nombre. Presumen de ser alguien en el Carnaval, como si eso fuese un logro. Lo más grande es que no se avergüenzan a pesar de que algunos tienen hasta nietos. Van por la calle como si les hubieran dado un Nobel cuando el único libro que conocen es el de papel de fumar. En este Carnaval suspendido es cuando están sacando más pecho, recordando lo que han aportado a la deleznable fiesta, que es directamente proporcional a lo que han denigrado a la ciudad. La culpa la tienen los medios de comunicación por querer rellenar espacio. No saben qué sacar y tiran de nostalgia refrescando la memoria a personas de orden como yo, que sufre contemplando la de siglos que llevamos soportando a esta infame caterva. Lees las entrevistas y a todos les han robado alguna vez un primer premio, pero ninguno da un paso al frente para devolver los premios que le dieron por la cara. Así funcionan, con la desfachatez por bandera. Por no hablar de las últimas perlas en este suplemento. Un antiguo reventa que dice que va a ir a los juzgados si no le dejan vender entradas del COAC y un autor que pide que el próximo Domingo de Carnaval sea de 72 horas. No piden -qué esperaban- carga de trabajo para Astilleros o Airbus, a pesar de que uno de ellos se hace llamar El Motor. Hoy habrán salido ufanos por las calles como si hubiesen creado una vacuna. Menos mal que las mascarillas dificultan que se les reconozca.

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