Lo reconozco. Me ha agradado lo que mi prima María del Tránsito me ha dicho esta mañana cuando entrábamos en San Francisco para la misa de doce, después de frotarnos las manos con el gel hidroalcohólico y darle en la puerta una limosna a un hombre que, dicho sea de paso, viste mejor que muchos comparsistas. Al parecer a algún pseudo poeta de esos que cada año nos castigan con sus horribles 'berzos' (eso solo puede salir de la berza, qué ordinariez) le preocupa la decadencia del comercio tradicional. Eso, y que no sirva de precedente, me ha llegado al alma porque es un tema que me hace santiguarme cada día cuando paso delante de un local cerrado. Le voy a a agradecer a esos junta rimas su preocupación, aunque yo sepa en verdad que es pura demagogia y que todos compran en Amazon o en grandes superficies tan horteras como ellos. A esos autores que lloran por la pérdida del comercio de siempre no me los imagino entrando en en esa señoriales tiendas como Merchán, Tosso, Moravia, La Riojana, Almacenes Barcelona, Pérez, Faly, La innovación, La Cubana, Lepanto, El Siglo, Europa... No, allí no vendían chanclas de dedos, ni riñoneras, ni camisetas del Cádiz, ni pantalones piratas. Así que no sé que añoran, pero les voy a perdonar porque basta con reivindicar ese comercio de siempre aunque sea en modo falserío para arrancar aplausos. Mucho pedir comercio tradicional, pero se visten con ropa de Madre Coraje. Bueno, menos es nada.

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