Dicen que se llevan como los perros y los gatos. De fachada todo es cortesía, pero luego se echan las culpas de que el expediente se retrase, de que las cosas no anden bien. Pero si siempre ha ocurrido, ahora es más, muchísimo más. Las normas, las cortapisas, el recelo y hasta el miedo a una desviación normativa, el fantasma de las impugnaciones ha llevado el cotarro a un laberinto, que es el mar de los Sargazos. Un expediente que pudiera tardar dos días, tarda un mes y el que puede tardar un mes, un trimestre... si hay suerte. Esto pasa en todos sitios, que nadie se dé por aludido. La llamada seguridad jurídica se ha convertido en el laberinto de Rodas, en una pejiguera. Si los expedientes fueran como las operaciones de cirugía, los quirófanos estarían mohosos, llenos de telarañas. Ya no se dice 'vuelva usted mañana', sino 'vuelva dentro de tres meses'.

¿La solución? Dicen unos que más funcionarios, que no se puede con tantos papeles. Y otros dicen que no se preparan correctamente. Yo creo que hay que hacer en las Cortes Generales una ley orgánica que ponga remedio a tanta burocracia y que impida que los temores y tanto cogerse con papel de fumar, sea ocasión de esta gran parsimonia. Si entras en un departamento y ves esa cantidad de expedientes apilados y al pobre funcionario súper agobiado, sugiere que uno entra en la biblioteca de Alejandría. ¿Cómo solucionarlo? Para eso hay cabezas y expertos. No se puede vivir con una administración que paraliza el normal discurrir del pueblo o de la provincia o de la región por el temor de la impugnación. Que una cosa es la corrupción y otra ser esclavos de los papeles y de los trámites. En esa ley debiera recogerse como artículo 1 que todo expediente que tarde más de una semana, se penalice.

P/D. Es un mito horrible aquello que se cuenta. "Sr. alcalde, por favor, que mi hijo no puede trabajar, colóquemelo usted en el Ayuntamiento". Es una tremenda injusticia achacar al funcionario la indolencia y pasividad. Para mí que la solución no está ni en él ni en el político. Está en la ley y cuando no en la maldita norma dictada por un juan lanas, que se convierte en una soga al cuello para todos.

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