Puente de Ureña

Fuentes de buen gobierno

Solo resta, que en el portal de la "humilde vivienda" de la calle San Miguel, también se recuerde a este gran isleño, que siempre se desvivió por su Isla, su cultura y sus gentes

Esta mañana, veía los reflejos naranjas, como pasos dorados en la niebla. Las salinas dibujadas por las vueltas y revueltas del caño, bajando por el Colegio de la Compañía de María, vía Manuel de Falla, tuve lo que se llama una hora feliz. En el aire, aureoladas por el resplandor, palomas y gaviotas y gorriones, los naranjos, algunos, despuntando en azahar, cuando suena el teléfono y me dan una alegría de las de verdad.

La ilustrísima señora alcaldesa del Ayuntamiento de la ciudad, ha iniciado la instrucción del expediente para la concesión de la medalla de oro de la ciudad a nuestro ilustre amigo Juan García Cubillana. Sé las veces que el doctor Chamorro la visitó en la Alcaldía y el buen talante que mantenía ella ante la petición de reconocimiento ciudadano. Y las peticiones escritas de E. Montiel y mías. Sé que la Real Academia de San Romualdo se adhirió a la petición porque me lo comentó su presidente. Todo cuaja ahora, cuando la alcaldesa toma la decisión sobre el amigo, Académico de Honor, pediatra, director del Hospital de San Carlos, doctorado en Medicina ya jubilado, por su sed de saber, y Premio de Medicina Gaditana 2015.

Indudablemente el currículo es mucho más largo, denso y activo, pero lo mejor es el cariño que nos dispensa a los amigos. Siempre dice que la amistad da vida. Y añado que la generosidad también.

El cielo con los lentos plumones del levante, en este mes de diciembre, toma entre ellas un frio añil sideral. Las gaviotas paradas en los altos sitiales de las farolas, se me hacen como una escolta a la noticia, lo veo en la memoria cuando siempre generoso, me contestó con mi discurso de ingreso en la Academia, o en las distintas conferencias que impartí en San Fernando junto con él, por la bonhomía que siempre abrió su corazón a los demás, y nunca quitó ni sitios ni famas, sino todo lo contrario.

Y me alegro también por sus hijos, desde Juanma García Cubillana de la Cruz, hasta el último de sus nietos, porque esa gran familia, formada a su imagen y semejanza, es generosa, amiga y sincera. Y la indecible alegría que podrían tener, seguro, Manoli y Melana, sus grandes dolores. Lo veo, ahora mismo con su magnífico texto sobre Santa Teresa de Jesús, sobre su precaria salud, un punto de vista inédito, o su publicación sobre José Eugenio de Olavide, médico, ejemplo de humildad y amor desmedido editado en 2016.

La memoria así es una rueca de colores, de tertulias, de amigos… Pero me gusta que nuestra alcaldesa gobierne para todos y con todos. Que, como dijo ella, hay que saber reconocer la valía y distinguir a las personas que por su trayectoria han aportado un serio valor social. Sólo resta, que en el portal de la "humilde vivienda" de la calle San Miguel, también se recuerde a este gran isleño, que siempre se desvivió por su Isla, su cultura y sus gentes.

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