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Fragmentos cotidianos

¿Estrategias para escapar del espanto? Pues sí, la verdad, pero el espanto sigue ahí fuera…

Aequaliter dictum. Soy socio de la Cofradía de los Esteros, que preside el cocinero isleño Pepe (Domínguez) Oneto, conocido con el nombre y apellido de mi inolvidable amigo-hermano Pepe Oneto. Es un grupo heterogéneo de buenas personas, en las que me incluyo. A ese grupo pertenece Paco Melero, que no sólo es un histórico del Carnaval, autor y compositor de varios coros, alguno tan famoso como ‘Colorín, Colorao’.

Pues bien, Paco Melero (siempre digo que no hay ni ha habido un Melero que no sea bueno) es un formidable latinista. Y en estos días de tribulación, a través del WhatsApp de la Cofradía, nos ilustra con sus saberes latinos. Ayer por ejemplo saludó al grupo, algo tristón y decaído por la muerte de nuestro compañero y muy querido amigo Antonio Sánchez Aguilera, con su aequaliter dictum. Yo lo había espoleado poco antes con el famoso saludo de Horacio, el excelso poeta: Salutem plurimam. A continuación, nos dio la primera lectio brevis de la mañana:”Hoy toca la palabra “enfermo”. Viene de “in-firmus”, es decir, el que no está firme. Las dos “íes” se abrieron a “e” por mayor facilidad a la hora de hablar. “Enfermo” es el que no está firme, sano, a diferencia del que ha caído (de verbo “cado”, de donde viene cadáver)”. Este es el tenor, combinado, como no podía ser menos, con los menús que algunos cocineros de la Cofradía se preparan de desayuno, almuerzo y cena. Pepe Oneto está siempre a los detalles y es queridísimo por todos nosotros. Imagino que millones de españoles forman parte de grupos de WhatsApp similares a éste de la Cofradía de los Esteros de la Isla donde comparten esperanzas y comentan estos días de obligada clausura y tristeza por lo que está pasando en España, en Italia, en todo el mundo, esta pandemia cuyo fin no alcanzamos a ver y cuyas demoledoras consecuencias empezamos a vislumbrar.

Formo parte también de otro grupo de chats, el de mis hermanos. Siempre estuvimos muy unidos, fue el gran triunfo de mis padres, dejarnos bien unidos y queriéndonos mucho. Ayer algunos hermanos, en concreto dos, enfermeros jubilados, estaban muy tristes y doloridos por la cantidad de compañeros infectados de coronavirus. Fueron enviados a la guerra con un tambor roto, como solía decir mi inolvidable amigo Francisco Fernández Pozar. Mi hermana pequeña, también del gremio, en activo en un hospital de Sevilla, está todo el día, menos mal, con un traje “de astronauta”. Y nosotros aquí muertos de miedo. Imaginarán que tengo otro grupo, de hijos, ése es el que más angustia produce. Y también tengo otros dos o tres grupos, uno de los más activos de todos es el del Atlético de Madrid. ¿Estrategias para escapar del espanto? Pues sí, la verdad, pero el espanto sigue ahí fuera…

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