El otoño es esa época incierta, en donde el calor aun nos acompaña, sobre todo en esas horas donde se busca el refugio del sol más alto, en donde el frío se deja llevar por alguna nube que limpia las calles. Época de marrones y muerte, de hojas caídas y cestos de castañas y nueces. El tiempo de los papelones calientes que te empiezan a tiznar las manos. Tiempo incierto en donde esperamos que llegue el frío, que llegue la navidad, que llegue lo que falta. Un tiempo que en estas latitudes nos invita a paseos con olor a pinos, a playas aun apetecibles, tiempo de rebecas y pantalones largos con los pies hundidos en la arena mojada. El otoño, la estación incierta, esa estación de la que nadie es. Todos preguntan y responden y son de invierno o verano, o bien disfrutan con las fiestas de primavera, con la Semana Santa y la Feria, pero nadie dice que su época es el otoño. Sin embargo, después de soportar los calores del verano, tras los baños de espuma y sal, tras las carnes morenas sobre la fina arena, el otoño nos ofrece la hermosura del entretiempo, del momento idóneo para adaptarnos a lo que ha de venir. Tardes largas, pero no eternas, tardes que poco a poco se van volviendo mas oscuras con cada paso del reloj, hasta sumirnos en la fría oscuridad del invierno. El Puerto se vuelve hacia su río, atrás quedan las playas, los pinares se llenan de chasca y el verde comienza a irse. Y ya, alcanzado el tiempo de la oscuridad, llegan los tosantos, las discusiones sobre los americanismos y los disfraces, los eternos debates en donde los que, y solo supuestamente, reniegan de la tradición y la religión, criticaran las fiestas importadas. El otoño, como decía, la estación menos venerada, la olvidada, la que pasa desapercibida porque nadie en ella se fija, la época de los muertos vivientes y los cambios de armario, una época que, con clima benigno, como aquí lo es, merece un sitio propio y privilegiado. Ojalá desde donde se deba, se potencie un Puerto de Otoño, lejos de una fiesta de muertos, y cercano a los encuentros que inviten a espectáculos recogidos, a paseos por espacios infinitos, a contemplación de piedras vetustas y marrones que, en esta época, encuentran su fiel reflejo en el paisaje. Poco a poco va llegando, y aunque aún queden días, ojalá preparemos un Puerto de Otoño, el mes de las hojas caídas.

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