La cultura le llena la boca a nuestra izquierda. La cultura, esa palabra, engloba todo lo intelectual. La cultura es todo, incluso, lo que no es cultura. La cultura es río revuelto, escuela de pusilánimes, sátira menipea, costal de libros, parodia elevada al ignorante modo.

Los políticos progresistas se matan por la cultura, aunque no paguen un duro por nadie ni por nada. En Madrid por ejemplo, la Feria es monopolio de un ente editorial. Privado. Un ente que promociona así sus escritores y sus libros. Pero, claro, la cultura es gregaria y elitista, al uso de la picaresca y sus discursos, de la versatilidad, de la sencillez, de los enredos, de las redundancias, el peso muerto de los mensajes sobrecosificados, los tópicos, los plagios…

El periferio de la Isla, el exterior, tuvo cierto nombre y predicamento. Los premios de narrativa y poesía internacionales ambos, que periclitaron ha ya luengos años, elevaron el eco cultural del pueblerío a la categoría nacional. Se perdieron y nadie reclamó las novelas del premio convocado o sin fallar, al menos en la prensa y sus litigios. El primer premio de narrativa del Luis Berenguer fue José María Requena con Las naranjas de la capital son agrias. Un jurado con Alfonso Grosso y Armas Marcelo, traídos a la ínsula barataria por nuestro Enrique Montiel que también lo integró.

En aquellas ferias había libros con cierto fuste editorial. Porque los premios eran muy reconocidos, no el de cartas de amor de Rompemuros del Monte, ni el Internacional de Microrrelatos de Villar de Matacabras, ni el premio de novela de San Martín de Mancobo. Que luego son esgrimidos por los ganadores como prestigio progresista para intento de ingreso en Academias, Ateneos y tertulias de guardar.

Pero en la Ínsula nadie protesta por nada. Parece, da la sensación de que cada ayuntamiento hace menos que el anterior. Pero en todos hay delegados de cultura, que parecen personajes de novelas surrealistas y un sí es no es, barroca y negra. El lenguaje literario se ensancha con la parodia, la caricatura, la burla, la sátira en gradaciones distintas, como la vida misma, como las noticias y las mamarrachadas. Y nadie entra en desmontar la retórica prosaica y pervertida, en nombre del buen gusto y la decencia ¿decadente?...

En fin, habemus Feria. Enhorabuena a los escritores que participan en ella. A los que firman y a los que presentan. Valoro el trabajo intenso que requiere escribir. El futuro incierto para todos irá subsanando… en medio de esta discordancia, lo que debiera ser un lenguaje claro y clasista en boca del pueblo, que nunca lee y en cuyo nombre se cuelgan los Sambenitos, los criticantes, y los modismos intertextuales.

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