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Análisis

Manolo Fossati

Extraña historia de una acera

El Ayuntamiento debería pensar en cambiar el nomenclátor y rotularla como Triángulo de Rebolledo u Olivar de las Bermudas, porque en ella se producen desde hace años extrañas desapariciones

No quiero parafrasear a Buero Vallejo con el título de este artículo. En todo caso, homenajearlo. La acera en cuestión ya ha sido personaje importante en algún otro, y sus calamidades empiezan justo cuando toma la curva que rodea el Hospital de San Carlos. Olivar de Rebolledo es una calle ignorada por más que numerosos usuarios del centro médico la utilicen a pie y en coche.

El Ayuntamiento debería pensar en cambiar el nomenclátor y rotularla como Triángulo de Rebolledo u Olivar de las Bermudas, porque en ella se producen desde hace años extrañas desapariciones. La propia vía podría haber sufrido este fenómeno y haberse difuminado de las precauciones municipales. Si no, no se explica que hace más de una década empezaran a perderse baldosa tras baldosa de manera progresiva.

El Ayuntamiento debe de ser consciente de este fenómeno y ha renunciado a reponer las losas, tal vez temeroso de que las pequeñas desapariciones ocasionen una inversión, mínima pero inútil, y el pavimento siga perdiéndose en la nada cósmica. El resultado es que los peatones se ven forzados a abandonar la acera y echarse a la calzada, si no disponen en ese momento de zapatos de senderismo. Para los discapacitados o bebés en su carrito es sencillamente imposible, al menos hasta el momento en que se inventen los cochecitos 4x4, SUV o crossover. ¡Cómo será su estado que ni siquiera se atreven a circularsobre ella los atrevidos ciclistas y ‘conductores’ de patinetes!

La misteriosa historia tiene más capítulos; es una serie de temporadas sin fin. El último ocurrió hace unos meses. En primavera o principios de verano, una gran levantera arrancó un árbol de los jardines del hospital. Los operarios acudieron, esta vez sí, raudos y retiraron la planta que amenazaba caer sobre la vía pública. Acotaron la olvidada acera con unas vallas metálicas y las correspondientes cintas rojiblancas de seguridad. La autoridad municipal debió pensar en ahorrarse la retirada y dejar que los extraterrestres se las llevaran también. Pero los viajeros galácticos han debido suspender sus visitas a la Tierra mientras siga la pandemia, y ahí siguen las vallas, entorpeciendo mucho más aún el paso de peatones.

La última y remota esperanza son los chatarreros ambulantes que tanto abundan en esta ciudad, pero nada… ¿habrán sido abducidos también en el Olivar de Rebolledo?

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