Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Más Europa, pero hasta un punto, eh

El presidente del Eurogrupo y ministro de Hacienda irlandés, Paschal Donohoe, presentó hace unos días un plan de trabajo para completar la Unión Bancaria Europea. Este asunto lleva paralizado diez años. Lo ha querido desempolvar ahora, a ver si ante las dificultades económicas actuales, consiguen firmar un acuerdo. Ya se sabe que Europa avanza a base de crisis, pero quizá no se consiga ni con eso. A la salida de la reunión, Donohoe manifestó: "Nuestras diferencias de opinión claramente no se han resuelto". Y es que lo que falta para completar la Unión Bancaria es un seguro de depósitos bancarios europeo, que no significa poner cierta cantidad en común, sino asumir conjuntamente el riesgo de que un banco o un sistema bancario completo de un país europeo quiebren. Son palabras mayores.

El problema de fondo, aunque no lo digan tan claro, es que sin que se dé ese paso, un euro no vale igual en un país u otro. La seguridad no es la misma. Los bancos son muy débiles y precisan del respaldo público de sus respectivos países. Y no todos los estados son igual de fuertes: el sistema bancario europeo está fragmentado. Si se completa la Unión Bancaria con un seguro de depósitos común, todos los bancos estarían respaldados por todos los estados al mismo tiempo: sería indiferente tener un euro depositado aquí o allá.

Donohoe propone una ruta en dos fases. Primera, crear un instrumento -un fondo- que pudiera prestar dinero al sistema de garantía de depósitos de un país concreto si tuviera dificultades. En una segunda fase, este instrumento se convertiría en reaseguro de los sistemas nacionales.

Pero las discrepancias para avanzar vienen de lejos, bajo el debate de si se debe antes reducir riesgos o compartirlos. Alemania siempre ha sido reticente a la mutualización porque quiere que se disminuya previamente el riesgo bancario, exigiendo, entre otras cosas, que los bonos soberanos ponderen adecuadamente en el cálculo de capital (actualmente ponderan todos al 0%, ya sean AAA, como el alemán, o BBB, como los italianos) y que se limite la concentración que puede tener un banco en bonos de su propio país. Italia se niega categóricamente a imponerle límites a sus bancos en este sentido. Con una deuda del 150% del PIB, sólo está dispuesta a quedarse sin la posibilidad de llamar a sus bancos para que les financien los déficits si la mutualización es plena.

Vaya por delante que es un desatino monumental haber llegado a este punto, que el sector público tenga que estar detrás de los bancos. Pero en connivencia con ellos, durante décadas, se les dejó debilitarse progresivamente, y con la crisis de 2008, ante el riesgo de que saltara todo por los aires, se tuvieron que garantizar los depósitos europeos hasta un máximo de 100.000 euros. Ahora, es imposible desandar el camino. Y ante los graves desafíos económicos que plantean la pandemia y la guerra de Ucrania, completar la Unión Bancaria sería lo más conveniente. Se pueden reproducir los bucles perniciosos que ya vivimos entonces. Discutirán durante semanas para llegar a un acuerdo, perfilando límites y condiciones. Si el resultado no ofrece una mutualización de riesgos creíble, habrá sido un esfuerzo inútil.

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