Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Tras la decepción latente del partido ante Suecia, con tanta especulación exhausta proporcional al tedio de los espectadores, la selección afronta hoy su segundo encuentro en la Eurocopa en el que habrá bajada en los audímetros porque mucho personal futbolero verá el encuentro fuera de casa, a saber cómo en algunos casos de concentración, o directamente no lo verá. La lista de Luis Enrique, con tanto nombre lejano, joven e incluso caprichoso, no era muy tentadora para generar expectación y algo tendrá que acertar en esta noche sevillana para levantar la moral. La afición en el fondo no pide tanto: estar a la altura del nivel que se le supone al fútbol español actual y seguir la tendencia de lo generado por la cantera.

Todo esto queda muy bien decirlo así y Telecinco es la primera en desearlo pero la cadena que emite la Eurocopa no está insuflando ese interés extra que necesitaría el acontecimiento en torno a la selección. Este aplazado torneo parece haber llegado a trompicones, como la misma organización en La Cartuja, y comparando el esfuerzo y despliegue de otras grandes citas, Telecinco parece albergar los encuentros como un paréntesis en su programación, con una pátina de rutina.

Y en esta ocasión había que hacer un esfuerzo suplementario por culpa de esa lista (y actitud) del seleccionador. Entre jugadores desconocidos para el gran público, unos responsables distantes y un estadio de aspecto provisional, esta fase previa en Sevilla merecía mucho más de todos los implicados, al margen de lo que dicte finalmente el juego.

Luis Enrique (que parece enemigo de Mediaset con sus decisiones deportivas) no lo ha puesto fácil para animar a la audiencia pero desde la cadena que ofrece el acontecimiento aún se podría hacer más para suplir la falta de ilusión. Y no sólo por la ausencia de jugadores del Real Madrid, Sevilla o Betis, sino por esa sensación de que se está pensando poco en agradar al público. Ojalá el balón tenga esa magnanimidad que se nos pide como virtud de calderilla.

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