El nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, acaba de declarar que el mayor enemigo de la revolución cubana es la corrupción. Nosotros también sabemos cuánto daño ha causado la corrupción y lo difícil que es eliminarla.

¿Estamos condenados a vivir sin podernos fiar de nadie porque en cuanto se llega al poder lo normal es aprovecharlo para uno mismo o los suyos en vez de hacerlo para el bien común?

No, no es cierto que estemos condenados a ello, como tampoco lo es que todo el que tiene algo de poder lo usa mal. La gran mayor parte de nuestros políticos, creo en ello firmemente, son honrados y buscan el bien de la mayoría. Eso no impide, por desgracia, algunos abusos graves, ante los cuales habría que actuar de inmediato. El no hacerlo pasa factura.

En las circunstancias presentes me parece muy importante el no perder la esperanza de que, con el trabajo honrado de la inmensa mayoría y la acción de la justicia, la corrupción será atajada y, hasta donde se pueda, eliminada.

En 1984 el sacerdote José Luis Martín Descalzo publicó un libro titulado Razones para la esperanza. Yo, que he estado releyéndolo recientemente, les recomiendo que lo hagan. Tal vez en alguna librería o en internet sea posible encontrarlo. Su sabiduría les hará bien.

Cito este libro porque es un recordatorio muy válido de que no todo va mal en el mundo y que hay muchas razones para la esperanza. Hasta 86 relataba él en su libro, en forma de relatos breves.

También a nosotros nos corresponde hoy descubrir las profundas razones que tenemos para la esperanza y para creer que es posible una sociedad mejor, más justa, libre y transparente. Y luchar por ella.

El no hacerlo así, el renunciar, tirar la toalla y pensar que no tenemos remedio, es el peor enemigo de nosotros mismos. En Cuba, en España y en todas partes. Y sería, además, la más triste y peor herencia que podamos dejar a nuestros hijos. Con Antonio Machado digamos: "El hoy es malo pero el mañana es mío".

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