La esquina del Gordo

Especuladores

Se trata de que los especuladores puedan seguir teniendo impunidades para que la política siga siendo esa cosa sucia que circula por las cloacas

Se cuenta que Felipe IV, en un insólito día que le coincidieron las dos únicas neuronas que tenía, logró pronunciar una frase coherente. Movido por una curiosidad impropia de él, preguntó: "¿Cuál es la profesión que más abunda en mis Españas?". Lo curioso es que no se le ocurrió en la cama que era donde residía habitualmente ocupado en cositas feas con la primera que le ponían a tiro, ya fuera soltera, casada, viuda o monja; treinta hijos lo contemplan. Jamás le importó el rango social ni la condición: nobles, actrices, artesanas y hasta tusonas y cantoneras, como entonces se les llamaba a las trabajadoras del oficio más viejo del mundo.

La pregunta que se le vino a las mientes la hizo sentado en el trono rodeado de sus validos, bufones y lameculos habituales que, sorprendidos ante tamaño esfuerzo intelectual se apresuraron a contestar: "¡Militares! ¡Eclesiásticos! ¡Marinos! ¡Campesinos!"… Bueno, ya se sabe la imaginación que podían derrochar los que vivían de la sopa de la corona, rematadamente boba por aquellos entonces. La sopa y la corona, claro.

Pero uno de los bufones, quién sabe si el Bobo de Coria, dijo: "¡Médicos, majestad!". Al oír aquello saltaron iracundos los asesores oficiales: "¿Pero cómo un enano sin dos dedos de frente…?". Pero el enano atrevido, dirigiéndose de nuevo al monarca, le propuso al oído: "Majestad, finja una dolencia y verá como todos los que están aquí le harán un diagnóstico y le recetarán un remedio".

Hoy, en el remoto supuesto de que los bufones de entonces figuren en los comités de expertos de Pedro, al menos uno de ellos se vería obligado a responder: "¡Especuladores!". Verbigracia: personas que hacen conjeturas sobre algo sin conocimiento suficiente para efectuar operaciones comerciales o financieras sin más finalidad que la de asegurarse beneficios en tiempos de ríos revueltos por ellos mismos provocados.Bien mirado conseguir la desprofesionalización que padece España desde que abandonó la industria productiva para sustituirla por la industria política, al ciudadano normal y corriente sólo le queda la ONCE, el Euromillón o cualquier otro juego de azar y, en el mejor de los casos, con título universitario en el bolsillo, irse de España o conformarse con ser camarero, recadero, o repartidor de pizzas, gracias sean dadas a los dioses progresistas.

Lo sorprendente no es que se hayan multiplicado los Felipes IV, lo cual es innegable, sino que se admita como natural que un país esté gobernado exclusivamente por especuladores, pelotazo y tentetieso, que un día es un día y mañana un futuro incierto.

Por estas tierras -no sé si por otras también-, se dice: "más vale copa de vino en la mano que bodega en fotografía". Y en esto radica todo. No se trata de invertir en investigación, ni siquiera intentar que la gente comprenda nada de lo que le dicen. Se trata de que los especuladores puedan seguir teniendo impunidades para que la política siga siendo esa cosa sucia que circula por las cloacas.

Los oportunistas merecen capítulo aparte. Perdón, quise decir capítulos. Todos no cabrían en estas quinientas y pico de palabras.

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