Y mira que te miro, te requetemiro, intentando no sacarte los colores; que te escribo cositas para animarte y hacerte creer que estas más guapa de lo que estás, pero cada día que pasa me da más coraje ver cómo estás y como podrías ser.

En estos días pasados he paseado bastante por el centro de nuestra ciudad, aprovechando los días de Semana Santa, aprovechando también esa nostalgia que existía en el ambiente y dejándome llevar por los sentimientos de los que me impregnaba al visitar nuestros Titulares.

Quizás esa forma de estar en la calle, dejándome llevar por lo que sentía, olía y veía, me han hecho ver ese Puerto que en muy pocas ocasiones me gusta ver y mucho menos comentar; pero como en toda relación, siempre es bueno decir lo que uno piensa, o eso al menos, pienso yo.

Así que, escúchame mi Puerto; no podemos seguir viviendo del pasado, todos sabemos que en tu juventud, fuiste una ciudad preciosa y mágica, se nos llena a todos la boca de decirlo y recordarlo, pero debes de mirar más por ti, que no te hagan más daño.

Me gustaría piropearte, volver a enseñarte y volver a llamarte “la ciudad de los cien Palacios”, aquel piropo de tu máxima plenitud como ciudad histórica que eres, pero mírate, vaya como te has dejado venir.

Sé que tu sola no puedes arreglarte, tus melenas al viento de gitanillas en los enrejaos del barrio alto, cada vez son menos y se despeinan al son del jaramago que son tus canas.

Tu carita de fachada de casa señorial, que en tiempos pasados bombearon vida al centro de tu ser como ciudad, hoy se ven como el paso del tiempo y de la dejadez pasó sin piedad por ellas, dándole ese aspecto de ciudad anciana y moribunda.

Los comercios cerrados y abandonados se ven como verrugas en tu faz, haciéndote tener aspecto tenebroso.

Puerto mío, pídeme lo que quieras, que haré lo que esté en mis manos; pero no se te olvide nunca que los cirujanos plásticos se encuentran en los despachos.

Mientras tanto, seguiré mirándote con buenos ojos, los de siempre y así como yo, un montón de portuenses, seguiremos esperando a que te arreglen, aunque tú seas guapa, te despeine el levante o el poniente.

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