Puente de Ureña

Escribir con dolor

El dolor es tan personal y único, tan extenso e intenso como cada uno lo sienta

La isla no es el centro del mundo ni el ombligo de la china, la Isla tiene, posee, aloja gente erudita, sesquipedalista y apotropaica. Y gente también dada a la aposiopesis y al disfemismo dramatúrgico. Y algunos padecen de malinconia. Con motivo del ciento cincuenta aniversario de la plaza de toros, estaba empezando este artículo sobre cosas ocurridas en nuestro ruedo cuando me llega la noticia, triste, con la muerte de Pepe Cervera.

El Pepe que venía a la Isla y paraba en la tienda chica porque le gustaban las papas aliñás de allí, y el bienmesabe de los Bey. Qué casualidad que en el artículo anterior del centenario escribiese yo de Ramón Cervera, cuando toreaba con Rafael Ortega en esta plaza.

Pepe, cañailla dónde los haya, llevaba la Isla a gala. A pesar de sus gentes. Colaboraba con la Fundación de Cultura, con la Feria del Libro, con todo lo de aquí. Los recuerdos cuando se manchan con el dolor, surgen y vienen vívidos.

El dolor es tan personal y único, tan extenso e intenso como cada uno lo sienta. Los amigos más íntimos de Cervera, Juan García Cubillana y Manolo Baturone Santiago, compañeros de Academia, o Enrique Montiel y Luis Alonso…

Cervera tuvo para con la poesía un coup de des, un de funus inter, pues tiraba los dados buscando la sonoridad y la cadencia. Un libro suyo, Entre la Seda y el Sol, (versos de la fiesta brava), se presentó en las bodegas de Pedro Romero de Sanlúcar, donde los académicos acudimos con lo que él mismo denominaría, la expedición Cubillana.

En el patio de la bodega, con la presencia de Pepe Limeño y Rafael de Paula se presentó este libro, que tuve el honor de glosar ante tan selecto auditorio. Pepe estaba radiante. Había vivido intensamente los poemas isleños a Rafael Ortega cuando toreaba con su hermano Ramón, y la vida del mismo cuando fue a Madrid para buscar oportunidades, en la época del Misterioso. Sol…salitre…sal de espuma/ aire de brisas marinas/ -altura de gaviotas-/ hay toritos en la Isla/.

La muerte, ésa ramera cárstica, disolviendo la vida, cerrando el libro de tu historia, sellando otro vivir. El torerillo ignorado/ se desangraba sin sangre/ bella paradoja en el poema que describe el dolor, la ida, la disolución final de un ser.

Pero, siempre generoso, me invitó a escribir en ése su libro, un poema para su hermano Ramón. El padre del entrenador del Cádiz, que había sentido temblar el suelo ante las unguladas pezuñas de animal. Pepe, lo reproduzco. Va por él y por ti, abierto como tu soleá. Todavía la Isla era/ una afición encendida/ igual que tu revolera/.

Cartel de toros que la isla esmera/ (tu pulso duerme para que se cuaje/ la memoria es un temple y un celaje/ como el asta que busca la cadera)/ en la tarde el tendido es una espera/ un olé contenido el paisanaje/ la delgada cadencia-brilla el traje- /en un jondo desplante de Cervera./ Es la gracia, elegante, sobrio, fuerte…/un crítico redacta el aguafuerte-/contrasta el señorío y la armonía/

El tambor se resuelve en su redoble/desangra un natural su sinfonía/ los oles van subiendo al pasodoble./ Pepe, amigo, requiescat in pace, non obstante insula.

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