Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

Elvis o el vacío

Tenía unas ganas enormes de ir al estreno de Elvis para ser absorbida en una espiral apoteósica de música. Un big bang de ritmo, de energía, de sentimiento. La película de Baz Luhrmann no se me hizo larga: el problema es que de alguna manera no se me hizo. La figura de Elvis se aborda desde la perspectiva de su manager, el coronel Parker, un pícaro sin alma que lo explota como a una atracción de feria sin la más mínima humanidad. Todo el entramado narrativo surge de las entrañas de un recinto ferial expresionista que remueve la náusea de los espectáculos que explotan la decadencia y termina en un Las Vegas análogamente siniestro. La historia se inicia con un niño deslumbrado por la música racial en un sur afroamericano, un niño literalmente poseído por el duende de los sonidos negros. El resto de la cinta da la impresión de un permanente escamoteo. No se nos permite escuchar ni una canción entera original. Elvis, a la manera esperpéntica, se fragmenta en aspectos hipertrofiados (pelvis, labios, ojos, lentejuelas, tupé, maquillaje). Y todo va muy rápido entre los gritos histéricos de las fans, las amenazas de los prebostes racistas del Bible Belt, los despliegues de seguridad, los ropajes delirantemente horteras, los micrófonos de los medios, los asesinatos de líderes progresistas, los comentarios del gordo en tirantes que mueve en la sombra los hilos de su marioneta. Tuve todo el rato la sensación de una imposibilidad de llegar a ser, de una manipulación cínica y también sin sentido, entre el asco moral que borda Tom Hanks y el estupor que destila Austin Butler. De la soledad de un chaval ordeñado, aislado y mamporreado en una macrogranja que se llamase Estados Unidos. Como un coito interruptus. Quizá sea justamente eso es lo que pretendía Luhrmann. Como escribió García Lorca, "He visto que las cosas cuando buscan su curso encuentran su vacío". Y pienso en esa gorda dando botes con su sombrerito igual que en Oltra feria, en Pedro Sánchez repartiendo fondos europeos como pesetas en bautizo, en ese Biden al que le dan papelitos para recordarle que es Biden, en todos esos rostros cortisonados ninguno de los cuales quizá sea Putin… Vamos, que me he sentido mal.

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