El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Octubre nos adentra en el calendario con la calidez confortable de los abrazos. El sol declinante combinado con el poniente suave de estos días cae sobre nosotros con íntima familiaridad. Atrás queda la contundencia del sol castigador de los meses anteriores. Con esa misma hospitalidad nos recibe la playa, silenciosa y acogedora, abierta todavía a cualquier escapada, a chapuzones tardíos, a paseos largos en ropa de verano. Octubre en El Puerto es un regalo, una vuelta suave a la rutina, lejos de las estridencias y ruidos de los veraneantes.

Los días se acortan de manera natural, todavía se permite la flexibilidad en las costumbres, los excesos veraniegos se van abandonando con la misma naturalidad con la que el sol se retira cada día un poco antes ofreciendo a cambio un espectáculo de colores, de mareas largas... Octubre es así hasta el cambio de hora. Entonces, lejos de la suavidad otoñal, la falta de luz nos encierra con brusquedad en un invierno que aún está por llegar. Es en ese momento donde el portuense parece decidir que se recoge y solo volverá a salir en Navidad, Semana Santa, feria, fiestas patronales... El centro, abandonado por turistas y autóctonos, no conseguirá encontrar, como sí lo hacen las playas, el encanto de un atuendo apropiado para la ocasión y se seguirá moviendo entre la decadencia sin gracia y la desolación.

No tendría por qué ser así. El Puerto, que todavía vive de las rentas de un nombre ganado en otros tiempos, podría buscarse a sí mismo y encontrar una fórmula que recuperara el ambiente de sus calles, el comercio del centro, la agitación propia de lo que tiene vida... Mientras los portuenses no se tomen en serio la necesidad de un auténtico y profundo plan rehabilitador, no se conseguirá salir del estado en que nos encontramos y seguiremos entonando con resignación y pasividad la odiosa cantinela de “El Puerto está muerto”.

A la espera del cambio, disfrutemos del dulce otoño confiando en que, con la caída de las hojas, se venga abajo también la pasividad y brote algún estímulo que nos haga reaccionar.

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