El Diario ha cumplido 150 años y yo me siento viejo de golpe porque cumplí más o menos un tercio de la historia del periódico, ¡un tercio! A él, en cambio, lo veo jovencísimo, y es que sale cada día al borde exacto de la actualidad. Y también porque es tan de Cádiz, sobre todo, que resulta inconcebible que la ciudad le lleve una delantera trimilenaria de existencia. Sobre la fundación del Diario de Cádiz me sale lo que a Borges sobre la de su ciudad: "A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:/ La juzgo tan eterna como el agua y el aire". Está fuera del tiempo y le pasa, por tanto, lo que explicaba Juan Ramón: "Actual; es decir, clásico; es decir, eterno".

Es mítico o, como mínimo, mi prehistoria. Cuando desperté, el Diario ya estaba aquí. Hoy podría recolectar anécdotas de lecturas familiares, pero me pregunto cómo no escribí sobre el orgullo de estar en el periódico de toda mi vida. Es un clásico del columnismo que las más ilustres plumas marquen como un hito el día que entran en el periódico que se recibía en sus casas. Claro que publiqué aquí antes de haber escrito nada. Preadolescente, me pidió un amigo de mi padre que, para mediar en una polémica de política local, mandase una carta al director. Me pidió, en realidad, que la firmase, pues me la traía redactada. Yo hubiese preferido hacerla, y más tras leerla, pero no me dio opción. Cuando vi aquello publicado con mi nombre sentí el cosquilleo de una vocación reactiva, que ya sería sólo de vuelta, porque no había llegado a ir. Igual que el Diario de Cádiz -del que sospechamos que no llegó a fundarse o que llegó con los fenicios- escribo aquí desde antes de escribir. Así, ¿quién no juzga eterno a nuestro periódico?

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