Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Ayer mientras desayunaba me interesé por la información sobre la puesta en marcha del tranvía de la Bahía en septiembre de este año. En esta noticia lo importante es la fecha: cuándo podremos montarnos, qué pasos quedan para que finalmente sea una realidad. Y sin embargo, me sorprendí a mí misma ignorando este detalle.

Tengo una foto, de mi etapa de periodista radiofónica, montada en el tranvía en las que iban a ser sus pruebas definitivas antes de su puesta en servicio. Tiene más de siete años. Y eso que por aquel entonces la cita tuvo una cobertura especial porque el proyecto ya iba con retraso. Así que ahora lo mismo me da que lo anuncien para el otoño o para dentro de año y medio. He dejado de creer.

Desconozco si ha sido así siempre, pero desde que tengo plena conciencia de la actualidad de mi entorno he visto anunciar tantas y tantas iniciativas que quedaron en nada, que convencerme cuesta. Al principio iba de decepción en decepción, de chasco en chasco. Ya ni eso.

En ese sentido, en la bahía de Cádiz nos hemos contagiado un poco de la filosofía de la gente de Jerez, que si no toca, no ve. Nos hemos vuelto hasta tal punto descreídos, que ni siquiera nos llevamos decepciones cuando las propuestas se esfuman o los plazos se eternizan. Quien no espera nada del futuro no puede después sufrir un desengaño.

Desde el hotel de Valcárcel al polígono de Las Aletas, Gadir Solar, Torrot o la empresa de autobuses eléctricos que iba a instalar su producción en El Puerto, la Ciudad de la Justicia o el nuevo hospital, y ahora la ‘sport city’ del Cádiz en los terrenos de Delphi anunciada a bombo y plantillo pese a la batalla legal por los terrenos. Por pecar de optimismo, por las ansias de lanzar noticias positivas, por la imprudencia de querer coger atajos ignorando la normativa, o directamente por intentar el camino rápido de la estafa. Las causas son muchas y variadas, pero las víctimas seguimos siendo las mismas y agradeceríamos, yo al menos, que dejaran de contarnos milongas.

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