Lo de los bares ha sido la puntilla. Vamos encadenando récords de contagios y fallecidos, la depresión nos sobrevuela, y no podemos desahogarnos. Ni escapadas, ni reuniones con amigos, y para colmo a las seis de la tarde no hay manera de tomarse ni una caña.

Será por eso, digo yo, que hay tanta indignación colectiva por el destino de la hostelería. La solidaridad que ha despertado la situación -sin duda, dramática- de bares y restaurantes, no es fruto, me temo, de una preocupación espontánea por el futuro de la economía.

Escucho conversaciones sobre la irresponsabilidad de poner en jaque a las familias cuyo futuro depende de la restauración, y lo que oigo entre líneas es más bien un “ya me han quitado el placer de la cerveza con los compañeros” o “y ahora qué hago yo el sábado por la noche”. Quizás esta pandemia me está volviendo una descreída, pero no he visto los mismos golpes de pecho por otros sectores igualmente azotados por la crisis, ni tampoco los vi antes por los trabajadores de la hostelería que, por si no nos acordamos, ya eran uno de los colectivos más precarizados antes de enfrentarse al virus. Si cobraban sueldos en negro, echaban el doble de horas de las contratadas o entraban y salían de las listas del paro sin un atisbo de estabilidad, no parecía que nos quitara el sueño.

Algo parecido ocurre con el comercio. Seamos honestos: la mayoría de quienes hacen ahora bandera del comercio de barrio llevan años tirando de Amazon y décadas apostando por los centros comerciales y las franquicias. La prueba la hemos tenido hace unos días en Cádiz, donde el cierre de las tienda de Amancio Ortega ha generado más quejas que el de cualquier otro establecimiento tradicional. Y no me creo que fuera por los puestos de trabajo que quedaban en el aire. Sabemos que la corajina es porque los gaditanos tendrán que ir a por camisetas a Bahía Sur o a El Paseo.

Defender la hostelería y el comercio son causas justas y necesarias, pero no tratemos de limpiar con ellas nuestra conciencia, porque se nos ve el ramalazo egoísta.

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