Análisis

Juan CArlos Rodríguez

Decir Antonio es decir Chiclana

Un juez es un hombre, y ese hombre es su infancia: la calle Larga en la que nació, aquella otra calle La Vega esquina con Corredera -encrucijada de sueños y de vida, "la médula del pueblo"-, toda esa Chiclana en la memoria de la que no ha olvidado ni una coma. "Aquel pueblo mío, que adoro siempre tanto cuyo recuerdo conservo en los cines de mi retina, archivado con tanta devoción". Un juez, y no uno cualquiera, sino Antonio Moreno Andrade (Chiclana, 1945), es -y ha sido- su infancia. Ahora que ha dicho adiós a la toga y ha entregado el bastón de mando a la Virgen de los Remedios para que lo luzca en su camarín, ese juez, ese hombre, que nunca ha sido jurista fatuo ni altanero, que siempre ha lucido humilde y sensato, libre y honesto, cercano siempre, sabe más que nunca -y así lo presume- que ha sido así por aquellas esquinas de la calle La Vega en la que, desde los siete años, vivió, creció y cultivó amistades inolvidables. La esquina de Conchita, la esquina de Canito, la esquina del bar del Chícharo y los Gómez Pobres, de La Predilecta, en donde reinaba su añorado Antonio Martínez "Chicharito" desde la barbería incrustada en esa accesoría mínima y taurina de la imprenta Navarro. "Barbero a ratos, genial artista siempre. Su vida libertaria quedó aquí, conmigo, acunada su alegría en mi corazón, acompañándome día tras día su generoso cariño inmarchitable".

Antonio rememora, narra con un deslumbrante anecdotario de detalles y nunca ha juzgado fuera del tribunal. La lectura de "Chiclana en la memoria" (1995) o del impagable "Echando un cachito. Diccionario apócrifo chiclanero" (2001) sirven de testimonio, pero aún es más espléndido contándolo en corto. Porque Antonio no olvida, es cierto, y siempre vuelve una y otra vez a Chiclana, pero le resulta imposible no pisar en cada ir y venir desde Sevilla aquella otra de hace cincuenta, sesenta años: "Siempre me moví por El Lugar, entre la calle Larga y la calle La Vega, en un horizonte que abarcaba desde la parroquia de San Juan Bautista, caminando por Santo Cristo, el Sanatorio, el Mayorazgo hasta volver al río Iro". Y así pisa de nuevo las Cuatro Esquinas, la bodega de Joselito Pinea -su abuelo, José Moreno Ortega- en la calle Almendral, es decir, Ramón y Cajal, o el añorado Teatro García Gutiérrez. Pero Antonio regresa también una y otra vez a esos amigos forjados en los Hermanitos y en las calles, a Félix Marín "Caúre" y a "Chicharito", a Joaquín Ballesteros "El Cuña", al que tanto echó ayer de menos…

Porque ayer Chiclana por fin fue agradecida con Antonio Moreno Andrade. No solo con el juez -al que también le brindó su reconocimiento-, sino sobre todo con el hombre, con el vecino, con el amante de la ciudad -el "pueblo", siempre será aquel pueblo de los 40 y 50- que le vio nacer. Porque allí donde la carrera judicial ha llevado a Antonio desde 1975: en Osuna, Morón, Utrera, El Puerto de Santa María, Tarrasa o las Palmas de Gran Canaria, y en Sevilla -sobre todo en Sevilla, a donde llegó en 1983 destinado al juzgado de Instrucción número 5-, Antonio siempre ha sido "el de Chiclana". No ha tenido Chiclana embajador más apasionado ni hijo más orgulloso. "Es una pequeñísima forma de pagar una inmensa deuda con Antonio", dijo Antonio Soto, discípulo y uno de los organizadores de un homenaje merecidísimo y que era más que necesario. Porque Chiclana, es cierto, "siempre ha sido muy tibia con sus cosas" o "mu especiá pá lo suyo", como escribe en "Chiclana en la memoria" el propio Moreno Andrade acerca del novillero Pepín Jiménez. Es decir, muy recatada, excesivamente discreta, escasamente generosa con los reconocimientos, con los homenajes, con la defensa de su gente y con el orgullo de los de aquí, con lo nuestro y los nuestros.

Antonio renace cada vez que ve y pisa de nuevo La Barrosa. "Nazco continuamente en los recuerdos y de él se nutren mi imaginación y mi vida". Y aunque nazca una y otra vez, por muchas que sean, nunca renunciará a Chiclana. Es verdad que no podría tampoco vivir sin Sevilla, incrustada en el alma como la lleva, pero -y son palabras suyas- nunca sin Chiclana. "Mi vida carecería de sentido fuera de ese universo ideal de Villalón y añoro la Giralda allí tanto como aquí mi serena playa de La Barrosa". Antonio -y Margari, su mujer- siempre estarán aquí entre las Rocas, en la Iglesia Mayor donde se casaron y bautizaron a sus hijos, en la Plaza a donde vienen con sus nietos. "Soy chiclanero apasionado y sevillano devocional; pero mis señas, mis raíces, mi vocación postrera están allí donde el Atlántico acaricia una playa de belleza única". Porque a la calle La Vega le cuesta, y cada vez más, volver: ya no están Chicharito, ni Eloy, ni Antonio Panés, ni el Cuña…

Después de su jubilación con 72 años, Moreno Andrade no será presidente de la sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, ni representante del Consejo General del Poder Judicial en Andalucía Occidental, pero nunca dejará de ser un ejemplo ni aquel niño de la calle Larga ni de profesar ese "amor inmarcesible que le tengo a mi pueblo, al que siempre creo el mejor del mundo". Gracias Antonio.

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