En una conversación de café nos quejábamos una vez más de las inoportunas llamadas al fijo o al móvil a las 4 de la tarde para vender, hacer una encuesta, obtener información…. Un amigo, cliente de Vodafone, comentó que había recibido una llamada supuestamente de la compañía para ofrecerle un descuento en la tarifa si se acogía a la oferta en ese momento, para lo cual le pedían ¡su número de teléfono! En este caso era una estrategia para obtener su número, pero lo que no dejo de preguntarme es por qué es legal esta invasión en nuestra intimidad, cómo hemos permitido que nuestros datos circulen por ahí para acabar tejiendo una red en torno a nosotros, víctimas consumistas rodeadas de ofertas cada vez más y más ajustadas a nuestro perfil.

Alguno me dirá que esto se debe a la aceptación de las cookies y a la información que damos a través de las redes sociales, pero no es del todo cierto. Las empresas crean campañas con ofertas y regalos que se obtienen tras rellenar un formulario que el cliente cumplimenta sin saber que está dando su consentimiento para ceder esta información a terceros. La venta de datos es un negocio muy lucrativo, existe una gran industria que los recopila y organiza para su uso publicitario. El precio de un lead (persona con datos verificados) varía entre los 2 y los 15 euros. En nuestra conversación de café, otro amigo nos pasó la página en la que, mediante un calculador creado por The Financial Time, podemos saber cuánto valen nuestros datos. Yo lo probé y mi perfil es bajo, solo unos 0,97 dólares.

Se supone que este negocio está muy controlado en Europa, pero en la práctica las grandes empresas con presencia en todo el mundo hacen uso de los datos sin tener en cuenta las leyes locales. Las plataformas digitales ya conocen nuestras preferencias mejor que nosotros y no queda hoy espacio para hablar de cómo los procesos algorítmicos usan los datos para perpetuar prejuicios raciales y de género e incluso cómo se manipulan para obtener beneficios políticos.

Estamos llegando más allá de las distopías que idearon autores como Orwell. Aunque nos creamos libres, cada vez caemos más y más en las garras de esta era de consumismo atroz e insostenible.

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