Puente de Ureña

Da nobis pacem

El estado del malestar es la única pieza que falta al fin del mundo, que además alimenta, y bien, a los políticos que lo aplastan

En los catecismos antiguos salía este ruego. Recuerdo, cuando sentado en el escalón de la calle, esperé la llegada del fin del mundo, cuando era pequeño. Lo habían anunciado no recuerdo por qué. Mi madre, totalmente religiosa, se fue a la Iglesia Mayor. Yo me quedé en mi puerta, a verlas venir. Siempre se ha asustado al pueblo, a la parroquia o al tercio familiar. Recuerdo el miedo como una sanguijuela en el corazón.

Nostradamus quería acongojar y acojonar a todos, a todas y a todes. "Después de una gran angustia para la humanidad, se prepara una mayor. El Gran Motor renueva las edades: Lluvia, sangre, leche, hambre, acero y plaga"... No se le escapaba una. El acojonador sin piedad. Desde las plagas de Egipto, el cólera o la peste, incluido el horror de la gran mortandad, ha sido muy fácil asustar a la gente con el fuego eterno, la enfermedad, el hambre y la guerra.

Seguimos en lo mismo. Alguien, alguna vez, inventó lo del "estado del bienestar". Que era arcaico y había colapsado en 1973, reinventado por Zapatero, que siempre fue de la izquierda presuntamente progresista, un argumento de lucha contra la derecha. Aquel estado del bienestar ha colapsado ahora, definitivamente.

El mundo ha dado más vueltas que las entrañas de un agujero negro. Para mantener quietas a las masas, se han inventado las pandemias, las dictaduras, y los toques de queda. Recluidos en casa, sin que los datos cuadren porque hay gente contagiada que se calla, la salud colapsada, los políticos siempre con la boca llena de pueblo, olvidando ese pueblo, para servir al partido. Hago memoria, vacas locas, gripe aviar, ébola, virus del Nilo, listeria, covid, viruela del mono, más las variantes de unas u otras. Mientras un paro inenarrable, el techo de cristal cada vez más bajo, la educación reducida a papelillos para el carnaval.

Vaticinó que un movimiento oscilante traería terremotos, enfermedades, mares teñidos de sangre, muerte, ruina, tierra seca, ventiscas, actos crueles, rupturas de lealtades, discordias y venenos mortíferos y veríamos a los hijos contra sus padres, el padre manda asesinar al hijo, el sobrino ejecutando al tío... Fratricidios, parricidios, matricidios e infanticidios y abortos, pautan el futuro de forma inexorable. ¿No lo vemos en los telediarios? Casi ayer mismo alguien asesinó en Tejas a compañeros y profesores.

En medio de las enfermedades, del miedo, del dolor, nos sentimos obligados a no claudicar, a sentirnos positivos para con nuestros familiares y amigos.

A lo mejor esto es un fin del mundo parcial, con muchas especias ingredientales, mientras tornan los agoreros, dentro de la política, esa conspiración contra los tontos que se creen infalibles porque los han votado. Han acabado con la religión, sobre todo la católica, con la pirámide de poder establecido a la antigua usanza. Los partidos políticos se entienden entre ellos. Su supervivencia se produce a costa de nosotros. Fernando Simón o Margarita del Val son nostradamianos, el miedo vence a la idea, ya no hay pasión del ideal. Y, a lo mejor, lo han hecho para que la iglesia no asuste como cuando yo era pequeño. Ya no tengo el escalón de la calle ni la inocencia debida. Da nobis pacem nostram, déjennos vivir en paz. Esa que vulneran las guerras, los dictadores y los partidos políticos, todos. Y si encima los virologistas ¿son gafes sotanoides o manzanillos? El estado del malestar es la única pieza que falta al fin del mundo. Que, además alimenta, y bien, a los políticos que lo aplastan.

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