La esquina del Gordo

Cuestión de confianza

La desconfianza puede llegar a ser la mayor desgracia que podamos recibir

Hace tiempo que vengo dándole vueltas al magín para decir algo sobre la confianza. He repasado lo que otros han opinado de ella, y he llegado a la conclusión de que la confianza es como el cristal, que cuando se rompe ya no hay fuerza humana que la deje como era, toda restauración es inútil.

No niego que mi pretensión no esté motivada por el general desencanto en que se vive, ya sea por la política ya por los "amigos" -así, entrecomillado como señal de alarma-. También es cierto que los años y la sinceridad con uno mismo, van dejando una pátina de tristeza irreparable a medida que los ídolos dejan de serlo, precisamente porque la inmensa mayoría decepcionan o porque los fabricamos en base a nuestra propia inocencia.

Si quiere, ahí van algunos ejemplos; mejor, sentencias: "No me molesta que me hayas mentido, me molesta que a partir de ahora no pueda creerte". Lo dijo Nietzsche, poco dado a los eufemismos. La desconfianza puede llegar a ser, psicológicamente hablando, la mayor desgracia que podamos recibir porque, por así decirlo, rompe de golpe nuestra inocencia y a partir de ahí todo puede ocurrir. Stephen King ya lo señalaba con esta frase: "La confianza del inocente es la herramienta más útil del mentiroso". Y en cuanto al alcance que produce el daño, Warren Buffett -sí el amigo Warren de toda la vida, el Warren Edward Buffett, del empresario estadounidense considerado como uno de los más grandes inversores en mundo; si sabrá éste-… "Se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla". Por último, hasta el refranero recoge lo siguiente: "Si quieres conocer a una persona no preguntes a los demás qué dice de ella, sino qué dice ella de los demás". Esta fórmula es infalible y debería servir de escudo contra los estúpidos que manejan los incensarios cuando les conviene.

A partir de aquí, y como casi siempre, se abren dos caminos, el primero filosofar inútilmente sobre la conjunción de los astros, la naturaleza humana y su condición cainita. Bueno, vale, y qué. No, nada. El otro camino es convencerse de que nada ocurre por casualidad; que llegará el tiempo en que todo cambie, a peor naturalmente, mientras la educación siga siendo un ataque directo al respeto y a la individualidad personal; que su importancia se camufle entre nacionalismos, separatismos, socialismos, comunismos y populismos; que se siga sin respetar a la persona normal y corriente, y que la aniquilación taimada de ésta sea el objetivo de todos los que tienen o aspiran al poder.

Todo lo demás es filfa, pasto para canallas impunes que irán en aumento mientras la democracia que predican vaya desapareciendo en los organigramas de sus propios partidos, e insistan en que la obligación de sus borregos sea mirar para otro lado, ladrarle a la luna, mientras ellos, la casta divina, argumentan que obedecen a sus bases. ¡De qué, periquito!

De la confianza en los "amigos" hablaremos otro día, hoy no tengo estómago.

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