Análisis

PANDEMIA Manuel barea 38

Corriendo a por tabaco

La noticia llega de Francia. ¿Y si la nicotina...? Es que un grupo de científicos de ese país intenta comprobar si el personal que fuma es menos propenso a ser invadido por el coronavirus que quienes no lo hacen. Los investigadores han constatado que una población muy fumadora, diríase que compulsivamente fumadora, como presos y pacientes de un psiquiátrico, parecen disponer de un blindaje del que carecen los individuos que tienen los pulmones limpios, pero al parecer no tan fuertes cuando se trata de defenderse contra el Covid-19. O sea, que no fuman. Ni que decir tiene que de noticias como esta también hay una pandemia. A ver cuál es la próxima. La polémica ya está formada. No es que los comisarios de la política antitabaquista -también global, desplegada por el mundo entero- vayan a arrepentirse de la cruzada que emprendieron en su día, pero en la coyuntura actual no les va a hacer caso ni el que hasta ayer era el más acérrimo defensor de su causa. La cantidad de dinero que se invirtió y que se sigue invirtiendo en la publicidad negativa del tabaco para resumirla en una escueta frase de tres palabras que avisa de que fumar mata acompañándola con fotos gore de sus estragos -sí, muchos y desastrosos, ya lo sabemos- que, su vez, ha propiciado el auge de una industria artesanal que le estaba viendo las orejas al lobo de la extinción: la de las pitilleras. Echaron a los fumadores de los bares, acabando así con el binomio alcohol-tabaco, y no se puede fumar en el trabajo, con una proscripción que ha contribuido más al escaqueo que al curro. Y sin embargo, ahora, igual todo ese humazo hecha para atrás al jodido virus. ¿Así que desescalada progresiva, poco a poco y en orden? Ja. Va a haber una desbandada general a la busca del estanco abierto más cercano. Va a haber desabastecimiento hasta de Celtas. La industria tabaquera va a registrar un subidón meteórico y sus magnates no van a parar de recibir homenajes. Habrá parejas que lo tendrán claro con su próximo hijo, y seguro que en el Registro Civil empiezan a ser inscritos nuevos españoles como Marlboro Fernández o Altadis Vargas. La gente suele mostrar su euforia de mil maneras, más estrafalarias o extravagantes cuanto más constreñida ha estado esa euforia. Así que si ha habido quien ha llamado a su hijo Kelvinator, por qué otro no va a bautizar a su heredero como LM. Cuando esos niños sean preguntados por sus nombres responderán con una mueca que por lo visto se los pusieron por alguien que salvó a la Humanidad (aunque no sea así, claro). Puede que algún científico social los etiquete como la Generación del Humo.

Tampoco nos coge por sorpresa todo esto. La iconografía gala ha legado a la educación sentimental de muchos españoles estampas en las que el cigarrillo es un elemento esencial: Camus, Belmondo, Gainsbourg... Lo extraño allí, en esa Francia que tanto hemos querido, era lo contrario, no tener un pitillo entre los labios. Si además ahora acertaran con esto. Vive la France!

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