El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Análisis

Antonio Morillo Crespo

Consejos al amo de casa

Querido amigo, tú como yo, o como tantos humanos, nos vemos estos días enchiquerados en nuestro hogar, compartiendo con nuestra compañera todo el día. No es justo estar en el sofá tumbado o leyendo el periódico. Hay que colaborar. Es una situación nueva y por tanto hay que aprender, pero tengan en cuenta algunas cosas a las que no estábamos acostumbrados. He aquí algunas normas a seguir por el bien de todos.

Ya que no hay partidos de fútbol ni de baloncesto ni de tenis, acéptalo de buen grado y acostúmbrate a seguir las series del corazón, de la yet set, Master Chef y compañía.

Al hacer la cama todos los días, has de sacudir las sábanas en el balcón, luego remetes bien la encimera por debajo del colchón, porque si no se salen los pies por la noche con el consiguiente resfriado. Procura mullir bien el colchón si es de lana, si es de los otros, ni te cosques.

La fregona es un artilugio que tiene un rabo y unos como trapos reliaos al final, la mojas en el cubo, previamente lleno de agua con una mijita de lejía. No te pases con la lejía. Repasa toda la casa, pero a las alfombras no les des con dicha fregona. Y no se te ocurra echar el agua del cubo después a las macetas.

Los cristales se limpian con un papel de periódico mojado. Si con ello matas una mosca y la estripas en el cristal, la raspa con las uñas, para que luego la supervisora no te llame la atención. No se te ocurra planchar, sin un previo cursillo, que es muy fácil quemar la pechera de las camisas.

Hay un aparato en la cocina para calentar las cosas que se llama microondas. Tampoco se te ocurra meter en ella los platos y vasos de plástico, como me pasó a mí, porque se queman. ¡Y no veas la que armas! Cuando pongas una cacerola y te hagas cargo del guiso, no te pase como a uno que así lo prometió y se le olvidó, se le fue el santo al cielo. Al llegar la parienta no quedaba ni la cacerola y la cocina negra hasta el techo.

Al salir a la calle te gustarán mucho más todas las mujeres, pero fíjate cuando vuelvas que tu mujer es la mejor, la más guapa y la de más encanto; se lo dices con buena cara, para que no se crea que estás de cachondeo.

Ten mucho cuidado con no confundir el tarro de la sal con el del azúcar. El otro día tuve una trifulca, porque me confundí y mis hijos decían con razón que la leche estaba salada.

Si te sientes angustiado y medio loco con la claustrofobia, no llames al psiquiatra. Haz caso al consejo que el otro día dieron sus colegas por la tele. Solo si hablas con la pared o con el armario y te contestan, entonces sí, solicita una cita con el psiquiatra, sino, no. A los niños les colocas los pañales con lo mojado para dentro. Si se quejan les pones el pipo mojado en miel o con un poquito de Licor 43. No te pases porque si no se quedan flipados. A los mayores, enséñales a jugar al ajedrez sin hacerle trampa.s

Recuerda tus viejas canciones: El toro enamorado de la Luna, Macarena tiene un novio que se llama Vitorino, Aquellos duros antiguos, Ámame mucho dulce amor mío, Una vez me enamoré de noche y la luna me engañó… y así, para que cuando salgas al balcón a las ocho de la noche no le parezcas a los vecinos que eres un saborío.

Lo de 'pasarse el arroz' es verdad, si te atreves y haces una paella, échale mucho marisco por si acaso. A un vaso de arroz, dos vasos de agua y de tomate al gusto. Todo bien revuelto, al fuego no más de una hora y media. ¡Ah! Y un puñaíto de sal. Y si terminas de guisar ¡ojo!, lávate las manos, no sea que al salir quieras abrir o cerrar las cortinas blancas y dejes unos lamparones, tus huellas en ella.

Hacer el 'picaíllo' es más fácil, a mí se me da bien. Lavas los tomates, los cortas en pedazos, luego le echas una lata de atún, un chorreón de aceite de oliva y una mijita de vinagre. Lo mezclas todo muy bien y… para chuparte los dedos.

Yo creo que siguiendo estos consejos, tu colega se sentirá como una reina y te dirá: "¡Qué apañado eres amor mío!".

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