Alguien muy inteligente comentaba en una reunión que se había educado en el respeto a la pluralidad de ideas, pero que nunca fueron creyentes. Que eso no significaba que trataran de hacer lo posible porque el mundo fuera más justo, pero que de ahí a dar limosnas para ayudar a las órdenes religiosas que no hacían más que rezar, había un abismo.

Yo, ante personas tan seguras me apoco. Y con un esfuerzo grande, como si masticara cada palabra me atreví a rebatirle que a mí me gustaba saber que había personas rezando por todos. Rezando por mí. No le dije, y me culpo por ello, que esos rezadores anónimos siempre lo hacían por esa paz tambaleante que depende tan poco de los deseos de los pueblos. Y también para que fuéramos más comprensivos con la suerte que algunos tienen que soportar apenas nacen. Porque no es igual tener que mendigar o delinquir para sobrevivir, que mi suerte al haber nacido en una casa en donde mi abuela rezaba el rosario y mi madre se ocupaba de que memorizara oraciones.

Hoy sábado, cinco de noviembre, en la Iglesia de Las Concepcionistas dos artistas portuenses a las que admiro, Mari Luz Salvatierra y Eloísa Macías, darán un concierto de piano a cuatro manos a beneficio de estas religiosas: las Concepcionistas. Llegar a ser concertista no es tarea fácil. Se necesitan cualidades especiales, una gran capacidad de trabajo, disponer de tiempo cada día para lograr la perfección, paciencia… En cualquier país, este concierto y cualquiera de los que nos vienen ofreciendo les reportarían beneficios económicos. Ellas siempre lo hacen con fines solidarios. Créanme, si deciden darlo para ayudar a las necesidades de estas religiosas, estará más que justificado.

Oímos con deje lastimero que, al acercarse la Navidad, se multiplican las campañas solidarias. Como soy optimista, transformo esa verdad: tenemos la suerte de poder dar.

En el caso del concierto, quienes dan son las concertistas. Sin embargo ellas insisten en que, sin la colaboración de todos, el fin del concierto sería imposible.

Y si ante la cercanía de las fiestas compramos a las religiosas algún dulce, pues mejor que mejor.

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