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Análisis

Paco Carrillo

Comisión de la posverdad

No sabe lo orgullosoque salíamos a la calle por ser herederos de tanta gloria

La primera acepción que hace el diccionario de la palabra comisión es: 'Acción de cometer', ya sabe: Realizar una acción que constituye un error, una falta o un delito y, por extensión: incurrir, perpetrar, consumar, ejecutar… La segunda acepción del diccionario es más inocua: 'Conjunto de personas elegidas para realizar una determinada labor en representación de un colectivo". Cuando se habla de Comisión siempre se trata de lo segundo a pesar de que no se especifique que esa 'determinada labor' pueda ser noble o para perpetrar una canallada.

Ahora mismo no cabemos en nuestro ser de gozo por esta feliz ocurrencia del divino Sánchez: ¡decretar una Comisión de la Verdad de lo que ocurrió entre 1936 a 1975, especialmente entre el 36 y el 39! No basta con decir que aquello no pasó de ser la lucha a muerte de un pueblo analfabeto que, sin saberlo, se vio obligado a defender-combatir-elegir entre dos dictaduras: la comunista y la fascista. Todo lo demás, quiero decir el canalleo entre los dos bandos, recontar los muertos -dicho con todos los respetos hacia ellos-, es igual que jugar a los chinos. Perdieron los inocentes, los que ni siquiera supieron por qué ni para qué morían, ni para quién mataban, hijos de puta aparte. Lo que vino después -y que no terminó en 1975- no es consecuencia de choques de ideologías, sino de lucha por el Poder.

Pero según el eventual de La Moncloa es urgente y necesario crear una Comisión sabiendo de antemano que todo se enredará más, sobre todo si se pretende confeccionar una guía de estilo, de dogma inmaculado, inmarchitable, incontestable y eterno, con el mismo fin y estilo que nos enseñaban la historia a los que ya rozamos los 80: Felipe II era un santo; Carlos IV un rey bondadoso; Franco, la espada más limpia de la cristiandad… y en ese plan. Usted, si no ha llegado a esta edad, no sabe lo orgullosos que salíamos a la calle por ser herederos de tanta gloria. Era el tema de conversación en todas las colas con la cartilla de racionamiento en la mano. Igual que nos pasa ahora a los que tenemos ingresos superiores a los 150.000 euros.

¿Pero qué pasará cuando esta feliz ocurrencia de convierta en Comisión de la Posverdad?, ya sabe: mentira que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública. No, ese no es el objetivo. Se trata de crear nuevas conciencias, borregos dispuestos a ser trasquilados al antojo del primero que llegue. Es necesario que todos entendamos que es la bondad y la buena fe la que mueve a tantas almas deseosas de verdades definitivas.

Confíe, no sea escéptico, verá cómo las generaciones futuras aclamarán esta iniciativa y vivirán tan orgullosos como vivíamos con las glorias patrias y las cartillas de racionamiento. Acaso, solo con la obligación de seguir pagando la Deuda Pública que les habremos dejado; unos, sin comerlo ni beberlo y otros por empeñarse en mirarse sus propios ombligos.

Tranquilo, Jordi, ya verás como todo queda entre unos canallas y unos torpes bien intencionados.

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