A la vuelta de la esquina está el 24 de septiembre. No es sólo el nombre de una calle que me encanta, es la bandera que habría que coger y ponerla siempre en lo más alto. No soy el historiador de cabecera de esta ciudad ni lo necesito para estar persuadido de que fue el mejor momento de nuestro pueblo, cuando España era una isla con la capital en Cádiz, y en la Real Isla de León, que casi era lo mismo. Fue un tiempo inaugural, fueron años aquellos en los que, a sangre y fuego, se defendió la Nación, la Corona y la dignidad de los españoles frente a un invasor sanguinario, terrible. Que no celebramos como se debería, no lo hacemos. Es por eso por lo que digo a todos, no sólo a nuestra alcaldesa, a todos, coged esa bandera, cojamos esa bandera. La bandera de la libertad de los españoles, la bandera que resume nuestra grandeza, nuestra bravura, nuestro amor a la tierra.

Imagino muchas veces la amargura o la frustración de un hombre que cuando estuvo en el sitio se partió el alma para empezar la obra necesaria, convertir aquellos estercoleros, la chatarrería, la ruina que era -por la incuria tradicional- el conjunto de baluartes de la defensa de la Nación en 1810, el Real Carenero, las líneas defensivas en donde se paró el avance del ejército napoleónico, en el lugar digno que siempre debió haber sido. Hablo de Luis Pizarro, a quien ni le hemos agradecido su esfuerzo y determinación para con ese espacio ciertamente histórico que conectar al conjunto de reliquias -de la Isla a Cádiz- que conforman realmente el parque temático de la libertad de los españoles durante la guerra de la Independencia.

Ni siquiera por la vis turística lo digo, que a nadie amarga un dulce, es por el fuero más que por el huevo. Es que lo merece. Loaiza, coge la bandera y trae aquí a Moreno Bonilla, dale un paseo por ese lugar que grita de dolor y de júbilo por quienes allí -heroicamente- defendieron la Nación, la dignidad y la vida de los españoles, que se habían negado a llenar otro lienzo de fusilamientos de Goya. Ya no es tan cuantiosa la inversión que se necesita. Y que se conecte con los otros lugares constitucionales, con los otros lugares heroicos, con la historia que palpita entre las piedras que ocultaron los jaramagos y las montañas de chatarras. Alcaldesa, trae a Luis Pizarro, que nos cuente cómo lo pudo hacer, cómo hizo hasta donde pudo. Démosle también la misma bandera. Hay que ponerla -y muy en lo alto- en un mástil a la entrada -o la salida- de esta ciudad constitucional y heroica.

Aquella bandera de la nación de los españoles.

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