En el horizonte, esta mañana, he visto una nubarrada como un revuelto con ajetes. Digna de Pepe Monforte, referente gastrónomo desde mi Diario de Cádiz. ¿Por qué hablo de cocina y literatura y tiempos de ahora? Por el fraude. Tanto el de algunos fogones, como el de ciertas editoriales y escritores.

Lo de los fogones estrellas colma er mundo españó, y me tuve que enfrentar en un hotel para poder cenar a una especie de juegos del hambre, unas tristes y pocas alitas de pollo con unas guarraditas de condimento y guarnición de lechuga con vinagre de Módena. Más hambre pasé que una oruga en una lata. Y el llamado ahora "autor", viste de negro como si fuese una venganza ninja. Platos o muy crudos, merluza incluida, o socarrados, siempre con el chorreón de algo decorando el plato.

Igual me pasa con la literatura de autor, publicada en una editorial que te cobra y que luego los autores presentan como fruto de su valía, descubiertos por el editor, y nunca pagando por ello. Obsérvese o vea la guía de actos cotidianos que publica Diario de Cádiz, y entenderemos algo de cómo está la cosa. Hay presentaciones de libros donde, cualquier día, canta una comparsa, un violín, o un humorista y se sirve vino y tapa. Todo para atrapar a un público que huye de aquello como langosta sin tallo, grillo sin tomate o picudo sin palmera, por lo que le va a costar el libro. De veinte euros pa' rriba.

Ahora, todas las cadenas de televisión tienen concursos de cocina, fabrican chefs con sus cadenas de montaje. ¿No pueden montar un taller literario donde los ganadores saliesen vendiendo? Hay también un desequilibrio entre los premiecillos literarios y los grandes premios de editoriales de chaqué.

Claro que con premios de tres al cuarto, y dos o tres tertulias villarejas, pretenden entrar en Academias, Ateneos, Liceos, Círculo, Foros, y dónde haya que entrar, con premios sin prestigio y ediciones horteras y retorteras.

"Grave y delicada carga es la de un escritor que se propone atacar en sus discursos los ridículos de la sociedad en que vive. Si no está dotado de un genio observador, de una imaginación viva, de una sutil penetración; si no reúne a estas dotes un gracejo natural, estilo fácil, erudición amena, y sobre todo un estudio continuo del mundo y del país en que vive, en vano se esforzará a interesar a sus lectores; sus cuadros quedarán arrinconados, cual aquellos retratos que, por muy estudiados que estén, no alcanzan la ventaja de parecerse al original."

Parece de ahora mismo tirando a ya, pero es Ramón de Mesonero Romanos el que se queja así en 1854 en sus Escenas Matritenses. ¿Teoría de la Evolución? Progresismo con patatas.

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