Dice el señor Pastrana en este diario que Cádiz se ha vuelto una ciudad cobarde de un tiempo a esta parte. Y tiene más razón que un santo. Cobarde y pecadora. En Cádiz desde hace unos pocos de años se puede criticar sólo en una dirección. Que el tal Cascana saca dos pasos para mofarse de las creencias religiosas, nada, no pasa nada, hay libertad de expresión y hasta el arcarde chirigotero lo defiende. Eso sí, a ver quién es el guapo que se mete con el arcarde, que rápidamente salen los antifascistas para acusar al autor de la crítica de facha como mínimo.

Cobarde. Cádiz es cobarde. Y pecadora, porque no se mete con los que ahora tienen el poder. Dice el señor Pastrana, talibán en eso de la carga y las horquillas pero que no se calla ni debajo del agua, que a otros alcaldes y equipos de Gobierno se les ponía como los trapos pero que al arcarde chirigotero ni se le tose. "Es que es uno de los nuestros", pensarán los carnavaleros.

Cádiz, valiente para muchas cosas, defensora de las libertades, tiene miedo a llamar a las cosas por su nombre, nadie quiere señalarse, nadie se atreve a enfrentarse a la corriente popular. Antes nadie votaba a la Teo y ahora nadie vota al Kichi, pero una ganaba por mayoría y el otro la roza. Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre, le diría a más de un seguidor peperiano que se pensó que esto era un cortijo. Eso sí, al menos con el PP en el poder se oían voces críticas. Ahora ni eso. Cobardes.

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