Quienes reprochan a Ciudadanos practicar el sucursalismo en Andalucía, con una estrategia dictada por la centralidad de Albert Rivera e Inés Arrimadas, aunque a ella su partida de nacimiento en Jerez le sirva de salvoconducto, verán lo sucedido en Córdoba como un síntoma. Desde numerosas cuentas de Cs convocaban a un gran mitin allí, ilustrándolo con fotografías de la hermosa ciudad califal incluyendo, claro, la Catedral... con el pequeño detalle, eso sí, de que era la catedral de Córdoba, Argentina.

Cualquiera puede tener una confusión, es verdad, pero la posibilidad de confundir la Catedral de Córdoba, léase la Mezquita-Catedral, un monumento no ya Patrimonio de la Humanidad sino icono global, es una marcianada considerable. Esto es confundir la Torre Eiffel con el Pirulí, o el Big Ben con la Giralda. Que se retuiteara masivamente sin que nadie dudara ya tiene bemoles.

La verdad es que, ya puestos, la formación naranja podía haber reemplazado el río Guadalquivir por el Arroyo de la Cañada; el Palacio Viana por el Palacio Ferreira, sede del Museo Eva Duarte de Perón; el estadio de El Arcángel por el Mario Alberto Kempes; celebrar los alfajores y el dulse de leshe en vez del salmorejo y el churrasco; y obviar a Andalucía gritando Viva Córdoba, Viva La Pampa, Viva Argentina.

Sí, esto solamente es una anécdota, pero hay que insistir, con Eugenio d'Ors, en que cierta anécdotas, elevadas a categoría, son delatoras. En este caso, del sucursalismo andaluz de Ciudadanos, con una campaña de baja andalucidad. Se les acusa de estar lejos y van ellos y se retratan en Argentina a 10.000 kilómetros. La sensación es que Albert Rivera no está pensando en Andalucía, sino en su estrategia para llegar a la Presidencia... en la Casa Rosada, claro, frente a la Plaza de Mayo.