Análisis

Paco Carrillo

Cinismo

Hay que admitir que los abusos sexuales no han sido exclusivos del mundo del espectáculo

El refranero español está lleno de evidencias. Hay una que roza lo dogmático: Después del conejo ido, palos a la madriguera.

Resulta que ahora se destapa en Hollywood que un tal Harvey Weinstein, americano-judío de pro, ha salido a la luz por haberse pasado por la piedra a todas las aspirantes a actrices que han caído en sus fauces, abusando de ellas y cobrándose por anticipado sus ascensiones a los estrellatos. En esta verbena generalizada también entran los actores en edad de merecer sometidos al mariconeo antes y después de salir de sus armarios. Sin rodeos: que los capen a todos.

Y pregunto: ¿esto es nuevo?, ¿no ha sido siempre así? Con el aluvión de denuncias, rara o raro ha sido el que se ha escapado de la guerra soterrada de los sexos. Están saliendo tantos nombres -de ellas y de ellos- que, gracias a posar boca arriba o boca abajo, por sí o por no, han conseguido la cima, talentos interpretativos al margen. En la larguísima cola están desde las tenidas como eminentes actrices hasta ídolos de la masculinidad andante, por delante y por detrás.

De pronto Hollywood ha sido invadido por una oleada de falsa moralidad como la que siempre le ha servido de disfraz ante el puritanismo de la cínica sociedad americana. En España, tan dada a los secretos de confesionarios y a los correveidiles profesionales, llena de pillines y mal pensados por naturaleza, jamás hubo nadie que ignorara los tejemanejes tras los focos en los estudios cinematográficos, tras las bambalinas de los teatros, ya fueran de prosa, verso, varietés o folklóricos. Y nadie las pió hasta ahora, ni cuando la oprobiosa. Y hubo víctimas. Y fue un abuso. Y muchas que hoy se las dan de víctimas también supieron darle alegría a sus cuerpos, macarena. ¡Joder con las estrechas, ninguna denunció en vivo y en directo! Ya: la carrera.

Claro, previamente hay que admitir que los abusos sexuales no han sido exclusivos en el mundo del espectáculo, acaso sean más numerosos en el empresarial u otro mercado donde se relacionan personas con mercados. Sin embargo lo que resulta curioso, insultante, es que ahora se destapen impudicias ocurridas tiempo atrás, como la periodista inglesa que ha forzado a dimitir al Ministro de Defensa de su país porque hace ¡veinticinco años! el fulano le tocó ¿la 'rodilla' o dos cuartas más arriba? Esto, con veinticinco años de retraso parece más que la denuncia de un abuso, un sarcasmo.

Con lo que está pasando con el vuelo incesante de carajotes a niveles internacionales -España en los primeros puestos de la clasificación general- que vengan las putiplistas diciendo como primicia: "A mí, también", sólo habría que contestarles con aquella canción del verano del 59, El telegrama: «Ya lo sabía, ya lo sabía», porque aquellas evidencias eran del dominio público y se tapaban no por pudor, sino por el cinismo habitual y el desprecio que siempre ha sentido el superior sobre el inferior.

Lo peor es que del cinismo de siempre quiere ahora -ficticiamente- pasar factura pero siguen ocultando el crimen de los abusos con las víctimas, niñas entonces, horrorizadas ante lo que tenían que soportar con babosos instalados o en los aledaños de los poderes, sin excluir a ninguno. ¡Qué asco!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios