El Puerto Accidente de tráfico: vuelca un camión que transportaba placas solares

Siempre me ha gustado construir y reparar. El caso más absurdo que recuerdo es cuando, de pequeña, a la mañana siguiente de haber pasado una tarde frenética con unos amigos, fascinada por el recién descubierto Monopoly, intenté ingenuamente hacerme uno a partir de papeles y acuarelas. Resultó un fracaso, claro, pero me sigo reconociendo en aquel empeño de elaborar y arreglar. Encuentro un placer especial en el trabajo manual ya sea la masa de una pizza, la tapicería de unas sillas, la confección de unos cojines o un poco de jardinería. Sin embargo, reconozco que también me fascina elegir y estrenar una pieza nueva. La relación que mantenemos con los objetos, la forma en que arreglamos nuestros hogares, dice mucho de quiénes somos. A mí me resulta casi impensable vivir en una casa de frío diseño minimalista, como tampoco soportaría una barroca llena de pomposos muebles de anticuario. Necesito un equilibrio entre lo nuevo y lo viejo que actúe de puente entre la persona que fui y la que seré. Para conseguirlo me ayudo de unas pocas piezas familiares llenas de historia común que me acompañan como si siguiera rodeada de los seres queridos a los que pertenecieron. No es que crea que los objetos deban perdurar en el tiempo o incluso sobrevivirnos, me produce una tristeza inmensa pensar en la casa repleta que hay que desmontar cuando sus habitantes han desaparecido, pero sí creo en mantener algunos objetos del pasado como hilo conductor que nos recuerda quiénes fuimos.

Ahora que hay una seria llamada de atención contra el absurdo usar y tirar de estos años, me encanta que se vuelva a la filosofía detrás del kintsugi, el arte japonés de reparar lo dañado. Es una técnica centenaria que surgió para recuperar la cerámica rota. Se unen los fragmentos mediante un barniz espolvoreado con oro para conseguir restablecer la forma primitiva. Así, en lugar de ocultar la unión, se realza y da belleza a la cicatriz. Esta forma de restauración es toda una filosofía de vida. Todos somos seres dañados, todos tenemos cicatrices, se vean o no, todos tratamos de construirnos a partir de lo que se nos rompe. Las cicatrices nos hacen únicos. Hablan de nuestra resistencia.

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