Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

La enfermedad y el contagio forman ya parte de nuestras vidas, e imponen una nueva normalidad en diversos ámbitos. Holly Dawson ha montado en Charleston, Surrey, al sur de Inglaterra, la teatralización de las cartas de amor entre la bailarina Lydia Lopokova y el economista John Maynard Keynes antes de casarse en 1925. Las cartas, publicadas hace unos años, son ahora un guion para dos actores del talento de Helena Bonham Carter y Tobias Menzies, en una sesión en vivo, y luego disponible on line (10 libras). La correspondencia en sí no revela nada especial sobre Keynes, cuya vida y obra conocemos exhaustivamente, pero está llena de afecto, espontaneidad casi infantil, y muestra el peculiar uso imaginativo que Lydia hacía del inglés: "Me gustas, pro gustas, y re gustas", al que Maynard respondía con: "Te beso, re beso, y pro beso".

Que Keynes, fallecido en 1946 (Lydia le sobrevivió hasta 1981), siga tan presente se debe sin duda a su forma de tratar los problemas económicos, políticos y sociales; escribía muy bien, tenía una inteligencia y capacidad de argumentación extraordinaria, y se ponía ante los problemas de forma abierta, creativa, y con independencia de criterio. La respuesta actual a la crisis mediante deuda e intervención pública es keynesiana, frente a la economía conservadora aterrada por lo que llamaron "camino hacia la servidumbre"; pero Maynard habría señalado también ahora cómo la política de dinero abundante y barato infla las bolsas y aumenta la desigualdad entre los que tienen capacidad para asumir riesgo y los que no. Su poder para divulgar es proverbial: "Tu estilográfica -decía Lydia- se expresa de manera tan deliciosa que leo y sonrío dentro y fuera de mí. Cuando escribes sobre las importaciones como parte de la renta nacional me parece un suicidio negar el libre comercio".

Para el grupo de amigos de Maynard, los artistas e intelectuales de Bloomsbury, la relación con Lydia parecía una excentricidad; en este grupo estaba también Gerald Brenan, que sentimos próximo al haber en Málaga una fundación con su nombre y la casa de la que sigue manando cultura gracias a la imaginación y voluntad de su director, el escritor Alfredo Taján. Keynes podía ser a veces arrogante, pero su mente era siempre la más clara, y como decía Virginia Woolf, "Maynard no es en absoluto un snob, nunca presume de nada. Está dominado por un sentido moral que no hace sino crecer en él a medida que envejece, por ese inflexible deseo de preservar a nuestra generación en su integridad y proteger a los más jóvenes de su locura". Hoy podemos preguntarnos qué habría dicho del salario mínimo, la fijación de precios, o los impuestos, y seguramente lo habría enfocado sin el arcaísmo del pensamiento económico conservador, y sin la exasperante ingenuidad práctica de alguna izquierda.

Lydia era, en la vida, eminente y brillante pero agobiada por responsabilidades de Keynes, su "vitamina vigorizante", su "Maynarochka", y lo que nos traen este verano Bonham Carter y Menzies es la vivacidad, la seducción de un romance apasionado, en el que dos personas se preocupan una de otra y se apoyan mutuamente, cumpliéndose casi a la perfección el principio de Virginia Woolf de que una mente para ser plenamente creativa tiene que contener los dos sexos.

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