Dime, dime, amigo Gonzalo ¿Quién no es posible que se enamore de esto? De la ladra de los perros en un día de montería cuando el guarro rompe el monte destrozando las jaras a su paso… de las noches en vela… de las voces de los rehaleros jaleando a sus canes… de las migas por las mañanas… de la felicidad con tan solo oírlos en un agarre… de la tensión contenida anterior al lance… Dime a quien no le gusta el encuentro con los suyos, sosteniendo arma en mano, amigos, diferentes calibres y mil anécdotas y aventuras que cuentas, con esa gracia y desparpajo… ¡Esos ratitos inolvidables! Sólo de pensar en el olor a tierra mojada, a la jara, la salvia, el tomillo, la aulaga, el romero, el majoleto, el orégano, la altabaca, el arrayán con su áspero fruto llamado murta. Bonitos nombres que sólo leerlos o nombrarlos recuerdan al campo; pero ese campo salvaje, arisco y serrano perfumado por el olor penetrante de los lentiscos, tomillos, encinas y chaparros. El placer de madrugar para salir al monte ¡Eso es la caza! Los nervios cálidos con los que te levantas cada mañana gélida de invierno solo pensando en que llegue la fecha ¡sólo pensando en cazar! Afortunados nosotros, de cuna o afición, de los que disfrutamos de esta bendita pasión, ¡Toda una auténtica forma de vida! El instinto atávico que vuelve siempre y que llevamos grabados en el ADN más íntimo, ¡Compadre!

Contigo Gonzalo, he hecho cientos de monterías y ojeos de perdiz. Unas malas, otras regulares y muchas estupendas, de lo que tú puedes dar fe. Repito, pues, que nuestra amistad es grande, no de un día ni de dos, sino de siempre. Desde que tengo uso de razón busqué las asperezas del terreno y la soledad del campo. Un día, recuerdo, mientras tomábamos unas copas a la sombra de un chaparro con un sabroso taco, con fondo de comentario de la jornada cinegética, y Curro el guarda empatillaba a los conejos con la rapidez del rayo te dije: "ahora vamos a tirar unas perdices en aquella motillita que es muy querenciosa". Y se te iluminó la cara con esa sonrisa que sólo tú sabes prodigar a los amigos del alma. Nunca nos pesó madrugar. Hemos cazado juntos tanto y tantas veces por todos esos campos y rincones bellísimos de España, que no puedo sino decirte ¡Gracias Gonzalo! Espero que nuestros hijos e hijas continúen con esta maravillosa afición.

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