Tú te lo has buscado, Caperucita." "¿Quién te dijo que podías cruzar el bosque solita?" "Caperucita, chati, que vas llamando la atención con tu caperuza encarnada". "¿Qué hacías allá en lo oscuro?". "Seguro que ibas riendo, cantando, que ibas exhibiendo tu preciada cesta, provocando con la promesa de unos dulces". "Que vas pidiendo a gritos el bocado, prima". "Ay Caperucita, que no se habla con extraños, que calladita estás más guapa". "Caperucita, mucho cuento y poca cuenta..." Antes de la manada estuvo el lobo. El arquetipo del lobo. Ese miedo antiguo, heredado, que me impulsa cuando regreso a casa a que, todavía hoy, más cerca de los 40 que de los 30, apriete el paso, lleve las llaves en la mano y mi cabeza mute en una esfera con ojos invisibles en la nuca. Antes de la manada estuvo el arquetipo del lobo. Por eso, quien dicta sentencia es la creencia desde la cuna de que somos carne de caza. Mata al arquetipo y matarás a las manadas.

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