Todavía hace calor. Utilizo deliberadamente el adverbio “todavía” porque el calor no se ha ido. Hizo un amago, tímido; bajó algo la temperatura nocturna; nos envalentonamos sacando alguna chaquetita ligera y ya. La sabiduría popular recogía el veranillo de San Miguel, el 29 de septiembre, y el de San Martín, el 11 de noviembre. Pero no, no es el veranillo que vuelve porque no se ha ido. Son temperaturas inusualmente altas que parece que podrían mantenerse hasta mediados de noviembre, en algunos sitios incluso 10 grados por encima de lo habitual. Es de nuevo el riesgo alto de incendio en un paisaje seco.

Y sin embargo… no parece que el cambio climático sea una preocupación entre la ciudadanía. Ni siquiera la juventud, siempre rebelde, se ocupa del tema. Hace poco estuvimos comentando en clase una rueda de prensa donde preguntaron a un futbolista y entrenador de renombre por qué no cogían el AVE para los trayectos cortos en lugar del avión privado, que es mucho más contaminante. Acogieron la pregunta con risas tontas y comentarios en tono de broma, sin plantearse siquiera esa, aparentemente absurda, posibilidad.

Uno de los artículos que recogía la noticia, se llamaba 'El desdén de las élites', de Milagros Pérez Oliva. A ella le parecía ofensiva esta reacción y a mí también. Por eso aproveché el texto para usarlo en clase con alumnado de 16 y 18 años. La reacción me sorprendió puesto que prácticamente la totalidad iba a hacer huelga dos días más tarde contra el cambio climático. El sentir general era que ellos también usarían el jet; que, en realidad, todos lo haríamos. Otra opinión manifestaba que la periodista era una envidiosa y amargada. Solo 2 ó 3 apoyaban la propuesta del tren y posturas comprometidas con el medioambiente. Los más implicados defendían que ya reciclaban. Incluso hubo quien dijo que no tiraba nunca las colillas al suelo. Quiero decir, estaban tan alejados de la cuestión que les planteaba acerca de cuánto podía afectar a su futuro y cuánto estaban dispuestos a cambiar su estilo de vida para intentar revertir la amenaza del cambio climático que me asustó. La capa de ozono se agujerea porque la otra capa, la del conformismo, impide que se vea.  

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