Aun se escuchaban los ecos de los eslóganes electorales, cuando se ha puesto a sonar el “mírala cara a cara”. Ha querido el calendario que encadenemos elecciones con feria sin tiempo, siquiera, para saber con certeza quién será alcalde.

Una y otra –la campaña y la fiesta- tienen sus ritos y liturgias, su lenguaje particular y sus códigos, solo aplicables en esos días. Pocos bailan sevillanas el resto del año, muy excepcionalmente está justificado ponerse el traje de gitana en otra fecha, y pedir rebujito en enero es casi exótico. En campaña electoral ocurre lo mismo: se dicen y hacen cosas –visitar asociaciones, barriadas, ir a mercadillos, saludar a ancianos y niños...- que todos, los que están buscando el voto y los votantes, entendemos que hay que pasar por el filtro electoral (¿se acuerdan de las declaraciones del consejero de Economía hace unos meses reconociendo que la promesa de 600.00 empleos en Andalucía era “una forma de hablar en campaña”? Pues eso).

Sin embargo, por más memoria que hago, no logro recordar esas grandes promesas típicas de los periodos electorales. Esas ambiciosas propuestas de ciudad, esos proyectos de cambio que hacen soñar con una ciudad renovada, próspera, orgullosa… y que luego llega una oportuna levantera y se las lleva volando. Seguro que es culpa mía, que no he estado pendiente, o que el albero me ha taponado los recuerdos.

Yo he puesto interés: he buceado en la información electoral, y hasta he escuchado un debate. Y sí, había algunas ideas, propuestas, no digo que alguna no fuera buena, seguro. También críticas (esto es más fácil siempre, requiere menos creatividad). Sin embargo, nada que se pareciera a un proyecto global de ciudad, una visión ilusionante de hacia dónde vamos, qué queremos de El Puerto. Que yo sé que la política municipal es complicada, que los Ayuntamientos se ven luego muy constreñidos, que la gestión del día a día se come casi todo el tiempo, el esfuerzo y el presupuesto. No estoy pidiendo que me mientan a sabiendas, pero qué menos que soñar un poco, dibujar la ciudad que queremos. Si hasta en campaña nos resignamos a bajar los brazos, de dónde vamos a sacar las ganas los próximos cuatro años.

Espero, de verdad, que la feria ayude a levantar los ánimos de quienes tendrán que gestionarnos. Y para la próxima, habrá que darle la vuelta y dejar las elecciones para después de la fiesta, a ver si así llegamos todos más animados a la campaña.

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