Más tarde que pronto las tardes se harán tan cortas que, si dormimos la siesta, nos levantaremos con la luz propia de irse a dormir. Igualmente, antes de que podamos darnos cuenta, por las inmediaciones de la Plaza de Toros una columna de humo nos alertara del clásico aroma del otoño asado, peroles negros acogerán el contenido de los cartuchos de papel gris o del que, ahora mas moderno, guste de las bolsas de papel blanco, aunque ambas quemen igual.

El otoño y sus tradiciones se irán abriendo paso, bueno, todas no, porque a los que siempre tachan de tradicionales, en los últimos años, dejarán en el cajón del olvido al eterno enamorado al sinvergüenza rapta monjas que hablaba con los muertos. Y es que los tiempos avanzan que es una barbaridad, y al igual que con los cambios climáticos, las estaciones cada día mutan y permutan de la forma más caprichosa.

Lo mas curioso es que se rasguen las vestiduras y añoren lo antiguo los que más criticaban la tradición. Aun así, mi otoño seguirá oliendo a candela, mis manos buscarán el agradable tacto de las pelotillas negruzcas y mi corazón seguirá encogiéndose con aquellas imágenes en blanco y negro del señor en mallas de enorme sombrero.

Qué sabe el tiempo qué encontraremos a la vuelta de la esquina, qué apartada orilla nos acogerá o nos llevará al olvido, porque, o mucho me equivoco o este año tendremos sorpresas, cabalgatas y mi Tenorio seguirá olvidado en el cajón, apartado por colores y tratos o trucos que nos lleven a un nuevo espacio, quizás más moderno, con mayor polémica, lo cual dará lugar a ese ambiente sórdido y poco eclesiástico que esta celebración tenía tiempo ha entre nosotros.

Para todos, unos u otros, modernos, clásicos o retrógrados, para los ilusionados y para quienes sientan pena en estas fechas, añorando a los que se fueron, para los que quieran divertirse o para los que prefieran el recogimiento, felicidades. Bienvenidos al mes de los muertos, en donde, como la muerte, el conflicto y el llanto serán inevitables.