Análisis

Irene Perales Gutiérrez

Camina por la eterna orilla

He leído muchas cosas bonitas de ti, y debo decirte que ninguna me ha sorprendido porque te he vivido cada día y sé de primera mano cómo has sido. Qué reconfortante y cuánto orgullo siento al ver tantas palabras preciosas. Estoy tranquila porque en vida te he dicho todo lo que siento por ti y no nos hemos dejado nada en el tintero, papá, nos hemos amado hasta el último suspiro.

Tengo un millón de recuerdos y todos son buenos. Me has enseñado tantas cosas que, a pesar de mis cortos 22 años y lo breve que me han parecido, has sabido mostrarme con la sabiduría, la nobleza y la humildad con la que has llevado tu vida y que ojalá yo pueda hacerlo de la misma forma de aquí en adelante. Tengo y tendré presente tus besos pacientes, dulces y cortos que picaban por tu eterna barba pero que a mí me volvían loca; tu sonrisa discreta pero tan limpia; tu mirada noble con el color que nos has dejado a mi hermano y a mí; tus palabras siempre de cariño con el "guapa mi princesita" , jamás nadie me hizo sentir tan princesa cómo lo has hecho tú a pesar de que haya ido creciendo. No voy a olvidar tus consejos siempre acertados que llevaban por bandera la humildad y la empatía.

Como anécdota, contaré que uno de los consejos que recuerdo es que cuando empecé a crecer como mujer (de altura no mucho, me dejaste muchas cosas buenas pero la altura no fue una de ellas) fue que me decías cada día que no me creyese guapa y que no fuera demasiado presumida, aún sabiendo que para ti siempre fui la niña más bonita. Y cómo no, el último consejo que llegaste a darnos a mi hermano y a mí: "Respetad las opiniones de los demás, poneos siempre en la piel del otro y contextualizar siempre las cosas", me lo he grabado a fuego papá, cómo tantas cosas bonitas que dijiste antes de partir, incluso nos pediste que donáramos tus gafas a una ONG. Auténtico hasta el final, inigualable y maravilloso.

No voy a decir que estoy feliz, porque siento un dolor desgarrador en el pecho, el cual calmo pensando que me abrazas porque sé que estás abrazándome. Pero siento cosas bonitas, cosas pacíficas y armonía de lo que has dejado en mí. Aún siento tus calientes manos dándome la fuerza que necesito para seguir.

Gracias por haberme regalado mi vida, la tuya, la de mamá y la de mi hermano. Ay, papá, si supieras que te veo en los ojos de mi hermano. Por mamá no te preocupes, la intentaré amar y cuidar al menos la mitad de bien que lo hacías tú.

Camina tranquilo, con tu gorra y tus gafas de sol, por esa eterna orilla de la playa pero no te olvides de cuidar de nosotros y acompañarnos en este nuevo camino que se hará duro sin ti. Viviré por ti, leeré por ti, lucharé por ti, oiré música por ti, reiré por ti y amaré por ti. Descansa, campeón, que de quererte y de vivirte me encargo yo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios