Maitinalia, la primera tertulia de Andalucía, según el profesor Vázquez Bermúdez, ya que a las seis de la mañana -el que discuta ese título tendrá que demostrarlo-, sigue adelante sin chovinismos baratos, hablando de la gente que amó a Cádiz lo suficiente como para exaltarla.
Cádiz ha sido importante en la obra de reconocidos creadores de todas las épocas, obras literarias, sin citar las históricas, que son la debilidad de Vázquez Bermúdez, lo que es digno de resaltar. Un inmortal en la literatura, Lope de Vega, tiene calle en Cádiz, "Las barquillas de Lope" rotas entre peñascos caletero. Se reseña el camino de La Isla, de Conil y Zahara con sus pícaros según cita Cervantes, continuando ese picaresquismo popular en la obra de Luis Berenguer, Marea Escorada y en Fernando Quiñones en La Canción del Pirata.
Ése Cádiz clásico, casi Roma andaluza en su casco antiguo, aparece en no poca literatura costumbrista. Asomará, antes de 1800, en González del Castillo, quien en sus sainetes, otorga un papel muy relevante al humor satírico, el retrato social y el uso cómico del lenguaje. Permanecerá en Bretón de los Herreros. En Mesonero Romanos. El montañés de Cádiz o Café de Cádiz son obras de pintoresquismo popular acendrado.
El pueblo en sí nunca ha sido bien visto. Siempre ha sido de navaja en la liga, bronca y chulo de patio y colmao. Las juergas flamencas, amén del tronío, tronaban. Sin embargo, Cádiz seguirá presente en las obras del gaditano Cadalso, de Armando Palacio Valdés, quien vivió en La Isla, casado con una isleña y morando en la Plaza del Cristo, e, históricamente, cita el profesor Vázquez a Pedro de Madrazo y Kuntz, cuya obra Sevilla y Cádiz, fue muy reconocida.
Una novela capital de la literatura universal, Moby Dick, de Herman Melville, habla de Cádiz en el Capítulo IX -El Sermón-, en cuya alocución el Padre Mapple cuando habla de la parábola de Jonás cita intensamente a Cádiz.
Hablo de Cádiz y La Isla en la literatura. Esa isla donde salía Gallineras, y el corral de Vives, y guardas y pescadores, que fue la precursora, con muchas de nuestras obras, en llamar sabio a un pueblo que no lo era. Sino un cantar exótico. Ahí sigue estando la inmortalidad de Luis Berenguer.
Barcos balleneros de Moby Dick hablando de Cádiz. Barcos pesqueros de La Isla en Terranova hablando de las penurias del Triste, de Leopoldo, de Roque sin su brazo o del Teta, marineros todos que en un día de pesca sacaban para echarle el techo a la casucha de la playa en la Marea Escorada de nuestro querido Berenguer.
La tertulia prevalece. De Conil y su chanca tenemos a Melchor Alba, al Andrés Castilla con su Ambularte, que está pendiente de encontrar tesoros de las letras. De tantos que a las seis de la mañana están en tertulia, despejados de cabeza y de hueco poplíteo.
El Cádiz inmortal, tan amado por los Joly, excelsos propietarios de este Diario que queremos.
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