En Cádiz no se hace el nuevo hospital que anunciaron unos y prometieron otros, todos ellos con una insolente carga de demagogia; no se hace el conjunto de edificios de la Subdelegación del Gobierno, quizás para tener despejada la entrada al casco histórico de la ciudad desde la Avenida con un solar tan grande como la desfachatez de cuantos gobiernos han pasado por Moncloa haciéndose el tonto; no se hace el nuevo pabellón Portillo, con otro solar que duerme el sueño de los justos sin que dos gobiernos municipales de distinto color hayan sido capaces, desde hace más de diez años, de realizar el proyecto; no se hace, por supuesto, nada con Valcárcel, que regresará posiblemente cual caramelo envenenado a Diputación como el mejor ejemplo de un Cádiz imposible. Ninguna administración pública se escapa de esta desidia presupuestaria, que tiene más ejemplos y que los gaditanos aguantan mirando al horizonte con los brazos cruzados.

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