Hay veces que uno no entiende a los entrenadores. Toman decisiones que resulta difícil de asimilar. En el caso concreto de Álvaro Cervera, cuya trayectoria al frente del Cádiz no la discutimos; es más, la aplaudimos. Pero a veces cuesta aceptar sus decisiones. En concreto el partido contra el Oviedo, que se perdió por la mínima merced a un desajuste defensivo, cabe señalar la no alineación de Barral, que podía haber entrado en el segundo tiempo y aportado más músculo y técnica al equipo. Su no alineación resultó extraño para quienes seguimos de cerca al equipo amarillo. Razones tendrá el señor Cervera para no hacerle jugar, dejando en el aire la incógnita de por qué le relegó a la suplencia. Aunque razón no le falta para ello, ora por un acto de indisciplina, ora por unas molestias musculares, ora porque no le vio en forma para formar en el once, lo cierto y verdad es que su concurso se echó en falta en la recta final del partido.

Sin embargo, Álvaro Cervera prefirió sacrificarlo en la suplencia por llegar tarde al paseo del equipo, lo cual me parece una memez. Hubiera bastado con una sanción económica en lugar de no darle minutos, perjudicando con esta medida al equipo. Que Barral se quedase sin un solo minuto en el campo se escapa a la razón. Y es que un jugador de sus características no debe quedarse sin jugar un tiempo, por lo que no se entiende la tozudez del entrenador cadista, que con esta ausencia debilitó al equipo ante un Oviedo que no fue superior, pero que se llevó el partido.

En consecuencias, Álvaro Cervera debería mirar atrás, rebobinar en su memoria el partido y admitir que Barral debió jugar sí o sí durante algunos minutos. Vamos, todo el segundo tiempo, vamos, desde que el marcador se puso uno/cero en contra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios