Al salir del médico en Jerez y como las noticias fueron buenas, decidimos regresar a El Puerto. A estas alturas de diciembre y a las siete de la tarde ya había anochecido. Al doblar la cuesta de Bellavista, la vista preciosa de la Bahía iluminada me hizo saltar emocionada y como si fuera la primera vez, me sobrecogí ante ella:

-Qué lugar tan especial. Seguro que si valorásemos más lo que tenemos, esta sierra estaría con el hotel funcionando y dando empleo a más personas.

Sin poderlo evitar alabo esos recuerdos que pusieron en valor el lugar, ahora tristemente abandonado.

Me comenta:

No eres la única. Esta vista era la preferida por los viajeros del pasado. Se quedaban impactados cuando descubrían desde aquí toda la belleza de la Bahía. Da igual la estación del año o la hora, es increíble al amanecer o al caer la tarde.

- ¿Sabes la hora de la presentación del libro?

-Ya me lo confirmarán-. Y sigue tan tranquilo su viaje mientras le pregunto:

-¿Quieres que hable de la presentación en el artículo?

Sin cambiar el tono de voz me contesta: -No.

A la vida hay que chispearla de vez en cuando. Él conoce que yo no puedo ser obediente. Así señores, que les continúo informando.

Esta persona que me lleva al lado del volante, se caracteriza por la prudencia y la humildad, cualidades que me siguen impresionando. Ha pasado más de dos años escribiendo un libro: El Puerto en la visión de los viajeros ilustrados y románticos que trata sobre las impresiones de estos viajeros cuando en los siglos XVIII y XIX visitaron El Puerto de Santa María y que dejaron en libros de viajes que más tarde editaron.

Es un libro de historia con traducciones originales realizadas por amigos y que reflejan las opiniones de esos visitantes acerca de la estructura, costumbres y modos de vida de la ciudad de entonces. Un trabajo repleto de seriedad informativa, disciplina y entusiasmo por el trabajo bien hecho.

Creo justo que conozcan que su presentación será el próximo miércoles a las ocho de la tarde en la Fundación Alberti.